Ella no paraba de gritar con una expresión inolvidable en su bello semblante, mientras yo gozaba con el gratificante vaivén de mi artilugio penetrando en su cuerpo.
Terminada la faena, saqué mi preciada herramienta de su interior, y la guardé estando manchada, pringosa, y húmeda.
Mi pletórica expresión facial contrastaba con su agotado rostro.
Siempre recordaré nostálgico mi primer asesinato perpetrado con mi amado puñal, el cual aún conservo.
R.R.Almeida
No hay comentarios:
Publicar un comentario