Visión equivocada
Me siento solo y
atemorizado por tener que esconderme de tales bestias que habitan el planeta.
Desde que nací ya
estaban aquí, y desde el principio se podía ver el oscuro corazón que los
mueve. Aquella bestia que vi por primera vez quiso matarnos a mis hermanos y a
mí…yo logré escapar corriendo en un descuido de nuestro captor, pero todos mis
añorados hermanos acabaron ahogados en un río cercano.
En estos momentos me
encuentro escondido en un parque situado en el centro de la ciudad. Rapiñando
las sobras de la comida que tiran estos seres, e intentando no ser capturado.
Quién sabe que serían capaces de hacerme. Ya he sufrido demasiado a manos de
esos salvajes, y he visto morir a muchos como yo por sus barbaries. Son la peor
raza que ha existido nunca. Por pura diversión he visto como nos obligan a
enfrentarnos entre nosotros hasta la muerte, y cómo después de dejarles de
servir de utilidad nos abandonan a las puertas de la muerte, o nos pegan un
tiro en medio del campo…otros nos torturan hasta morir…y nos llaman su mejor
amigo. Sí, soy un perro, y el ser despreciable del que os hablo es el que se
hace llamar humano.
Cansado de los
maltratos que recibí de mi anterior dueño, decidí escapar, y lo conseguí,
aunque mis compañeros no tuvieron la misma suerte. Por qué nos llaman sus
mejores amigos si nos tratan así…será porque somos tan confiados que siempre
nos creemos sus caricias y cariñitos para engatusarnos. A veces pienso si todos
los humanos serán así, no quiero creerlo, la esperanza de que haya alguno bueno
no la pierdo, aunque mis experiencias me hayan hecho más reacio a conocer
uno…prefiero huir en el último momento.
En este parque he
conocido a perros con los que intercambié experiencias, y dijeron que ellos
nunca pasaron por eso; nunca pasaron sed y comen bastante bien. También dicen que
sus dueños los tratan muy bien… ¿Será verdad? Eso espero, así la llama de la
esperanza de encontrar a alguien que me trate bien no menguará…aunque cuando
recuerdo todo lo que he pasado siempre tiende a apagarse. Se me encoje el rabo
con el simple recuerdo de ese zulo en el que me tenía metido a oscuras y ni siquiera un hueso que roer. El momento
que escuchaba pasos, me encogía de miedo y los temblores incontrolables se
apoderaban de mí. Yo intentaba estarme quieto cuando veía a mi dueño…pero
algunas ocasiones llegué a mearme con el simple hecho de que él levantara su
mano, motivo para que me pegara una patada y no me diera ni un mendrugo de pan
ese día…todo por haberme meado de miedo. Cómo voy a fiarme de ellos, preferiría
morir a tener que pasar por ello de nuevo. No confío en el ser humano, pero
tampoco perderé la esperanza aunque pierda la vida.
Acurrucado entre unos
matorrales, espero a que llegue la noche para ver que encuentro de comer. Ya va
siendo la hora en la que los humanos vuelven a sus casas, así que pronto estaré
rebuscando entre las sobras de lo que traen, que estos últimos días ha sido
bastante poco.
A lo lejos vi a una
humana corriendo con sus cabellos rubios ondeando al viento, y un miedo en la
mirada que nunca antes había visto en un ser humano. Tras ella, corriendo como
si persiguiese a su presa, la perseguía un gran perro. Sí, también hay perros
malos y que disfrutan con el dolor, pero seguro que sus dueños tienen mucho que
ver con esa cualidad de su perro. Sin pensarlo fui en su ayuda, no sé por qué,
será mi inocencia, y la llama de la esperanza que lucha por no apagarse.
Me abalancé sobre el
gran perro justo cuando la chica tropezó y estaba a punto de ser alcanzada. Comenzamos
a pelear, dando lo mejor de nosotros en cada mordisco y zarpazo que lanzábamos.
Consiguió alcanzarme una pata con uno de sus mordiscos, pero yo pude
engancharme a su cuello. Al poco tiempo consiguió soltarse y salir huyendo
despavorido con el rabo tapándose el trasero. La pata que me mordió estaba
empezando a dolerme, y sangraba bastante.
Al mirar a mi izquierda
vi a la joven chica tirada en el suelo mirándome. Pensé en acercarme a ella,
pero mi miedo al ser humano podía conmigo. Me quedé sentado e inmóvil. Ella se
levantó y se acercó a mí diciéndome
-Hola guapo. Gracias
por ayudarme.
Vi su mano levantarse,
y salí huyendo hacia la parte más frondosa del parque. Me escondí entre los
arbustos y vi entre las ramas cómo la chica me buscaba.
Pensé en lo curioso que
es que yo ahuyentara a un ser al que ella temía, pero sin embargo yo me escondo
de ella.
Se quedó buscándome
hasta que anocheció. Suerte que no me encontró y que no me quejé del
dolor…tantas palizas sirvieron para que aguantase el dolor como ningún otro,
aunque preferiría que no hubiera sido así. Quizá hubiese debido salir y dejar
que se acercase a mí, pero por mi mente sólo se balancean los recuerdos de mi anterior
dueño.
Con la pierna dolorida
busqué comida entre los restos que dejaron los humanos. Encontré algo cerca de
unos pinos. Me lo comí, y volví rápido hacia mi arbusto a descansar un poco.
El día siguiente no fue
muy distinto de los anterior que había pasado en el parque, salvo porque pensé
en la chica de ayer. ¿Me querría ayudar? O quizá tiene la misma maldad que mi
anterior dueño y había hecho enfadar al gran perro con alguna perrería…no sé, y
creo que sólo lo hubiese sabido acercándome a ella.
Pasé el día escondido
en el arbusto, viendo a la gente jugar con sus perros, y pensando en la chica.
Cuando quedaba poco
para que me tocara pasearme a buscar entre los restos algo que comerme, escuché
a alguien decir:
-Ven, guapo. Dónde
estás.
Miré entre las ramas
del matorral en el que me escondía y vi a la chica de ayer. Me quedé
paralizado, sin saber qué hacer. El dilema en el que llevo pensando todo el
día, qué hacer si la volviera a ver. Pensé que lo mejor era salir, no puedo
quedarme con la duda de cómo será. Salí del arbusto con lentitud y me hice ver.
-Ahí estás- dijo la
chica al verme.
Se acercó a mí, y yo,
que no paraba de titiritar, luchaba contra el miedo tratando de mantenerme
firme. Cuando estaba frente a mí, levantó la mano, y mientras la acercaba a mi
cabeza me dijo:
-No tengas miedo, no
voy a hacerte nada.
Comenzó a acariciarme,
y por primera vez sentí el placer de tener contacto con alguien sin estar
recibiendo golpes. Podría llevarme así todo el día.
-Qué pasa guapo.
Gracias por ayudarme ayer. Veo que no tiene casa, y que tu patita no está muy
bien ¿Te gustaría venirte conmigo?
¿Una dueña? Me
pregunté. Es lo que siempre quise, alguien que no me maltratara. Aunque no me
fio de nadie, hay algo dentro de mí que me impulsa a quedarme. Es evidente que
no le puedo decir que sí, pero me haré entender con un ladrido de alegría y
moviendo el rabo.
-¿Sí? Bien, ven
conmigo.
Comenzó a andar mirando
hacia atrás para ver si la seguía, y con un alarde de valentía la empecé a
seguir.
-Bien guapo. Verás que
bien vas a estar en casa- me decía ella mientras caminábamos juntos por el
parque, como hace la gente a la que tanto he observado todos estos días.
Salimos del parque y
montamos en su coche. Por el camino continuó hablándome.
-Bueno, guapo, no
tienes nombre. Yo me llamo Virginia, ¿Qué nombre te pongo a ti? Te voy a llamar
Karma ¿Te gusta? Hiciste una cosa buena, ayudarme. Ahora te ha pasado algo
bueno, encontrar una familia. Karma te queda genial.
Ladré mostrando mi
aprobación. Cualquier nombre que ella elija está bien. Es curioso cómo puede estar hablando conmigo, un perro.
Parece que supiera que la entiendo.
-Bien. Pues elegido. En
casa conocerás a mi perrita, Kali. Es muy buena y bonita. Seguro que os lleváis
muy bien.
Eso espero, de lo
contrario está claro que elegiría a su perra.
A los pocos minutos
llegamos a su casa. Grande y con mucho jardín para correr. Es perfecta. Nos
bajamos del coche y entramos en la casa. Mientras Virginia abría la puerta, se
escuchaba a Kali saludarla a base de ladridos.
-Ya, mi niña. Traigo a
un amiguito- dijo Virginia.
Me encuentro nervioso
por todo esto. Es un mundo nuevo para mí, y demasiado bonito para asemejarse a
la realidad.
Al abrir la puerta,
Kali se le echó encima, y acto seguido se acercó a olisquearme, a lo que
respondí del mismo modo.
-Mira, Kali, este es
Karma- dijo Virginia- Es quien me ayudó ayer en el parque.
-Bienvenido- me dijo
Kali.
-Gracias. Espero
encajar bien, lo he pasado muy mal con mi anterior dueño.
Virginia no estaría
escuchando más que ladridos, ya que es lo único que los humanos pueden entender
de nosotros.
-Bien, parece que
habéis hecho buenas migas- dijo Virginia- Vamos a la cocina, os voy a dar algo
para comer. Luego le daré un baño a Karma.
¿Un baño? No sabía a qué
se refería, así que le pregunté a Kali.
-Un baño es lavarte. Te
mojará y embadurnará con jabón para que estés limpio y no tengas ninguna pulga.
Sonaba bien, y
sobretodo lo de las pulgas, no hay ser más molesto que ese. Lo de mojarme no me
gustaba tanto pero, si ella lo quiere así, así será.
En la cocina nos sirvió
una gran cantidad de carne que sacó de una lata. ¡Jamás tuve tanto para comer! Disfruté cada bocado que di, pero
mi ansia por comer hizo que me durara poco tiempo.
-Que rápido has comido-
me dijo Kali.
-¡Sí! Tenía mucha
hambre. En la calle no hay mucho para comer, ni tan rico. ¿Comeremos esto todos
los días?
-Sí, claro. Un par de
veces al día.
-¿En serio?
-Claro amigo. Has
debido pasarlo muy mal. A mí me acogió Virginia poco después de nacer, y
siempre he vivido así. Para mí es lo más normal. ¿Cómo lo has pasado tú?
Le conté a Kali todo lo
que había pasado con mi anterior dueño, ese infierno terrenal. Quedó asombrada,
casi no se lo creía.
-Pues no te preocupes-
me dijo- aquí estarás muy bien. Virginia es la mejor dueña. Siempre me acaricia
y juega conmigo. Daría mi vida por ella.
-Y yo créeme. En estas
horas ha hecho más por mí que cualquier otro ser. Estaré encantado de estar
aquí con vosotras.
Terminamos de comer, y
Virginia me dijo que la siguiera. Iba a darme el baño.
El agua está caliente
lo cual es muy agradable, yo estaba acostumbrado al agua de la lluvia. El jabón
huele muy bien y si mata a los bichos, mejor. Mientras me aclaraba con agua me
dijo que a la mañana siguiente me llevaría a ver a un veterinario, para que me
curara la herida de la pata. Me parece perfecto. La pata me duele bastante.
Tras el baño fuimos al
salón. Ella cenó, y se tumbó en el sofá a leer un libro. Kali y yo nos quedamos
a los pies del sofá descansando y atentos a Virginia por si nos necesitaba. Un
par de horas después Virginia se quedó dormida, al igual que nosotros.
Kali y yo nos
despertamos antes que ella, y eso que nos quedamos dormidas más tarde.
Esperamos a que Virginia se despertara y preparara para llevarme al veterinario
como dijo ayer. Kali se quedó sola en casa mientras Virginia me llevaba al
veterinario.
Cuando llegamos allí,
Virginia le explicó al veterinario lo que ocurrió hace un par de días en el
parque, él me subió a una mesa y me examinó la pata. Me la vendó y habló con
Virginia, no tardamos mucho en estar en la calle.
El coche de Virginia
está al otro lado de la carretera. Empezamos a cruzarla y vi como un camión
estaba a punto de arrollar a Virginia. Salté con todas mis fuerza y empujé a mi
adorable dueña fuera de la trayectoria del camión…una milésima de segundo más
tarde, sentí un golpe bastante fuerte en el costado y quedé tumbado en la
calzada. Comencé a pensar en Virginia, en todo lo que había hecho por mí…no
quería abandonarla. Pocos segundos después la oscuridad se apoderó de todo.
Al abrir los ojos vi a
Virginia sentada al lado mía, en la sala del veterinario, el cual tuvo que
operarme de inmediato.
-¡Sí!- exclamó
Virginia- ¡Estás despierto!
Ella tenía la cara
mojada de haber estado llorando. Yo intenté ladrar para mostrarle mi felicidad
por verla de nuevo…pero me fue imposible, aún me dolía todo el cuerpo.
-Tranquilo, Karma, te
pondrá bien. El veterinario me dijo que en menos de un mes estarás correteando
de nuevo. Ya van dos veces que me salvas. No sabes lo que me alegro de haberte
encontrado.
Eso me tranquilizó aún
más. No hubiera querido morir ahora que encontré una familia que cuida de mí, y
por supuesto, yo de ella.
Hace un par de días
dije que preferiría morir antes que pasar de nuevo lo vivido con mi anterior
dueño, el cual me dio una visión equivocada del ser humano. Ahora digo que me
dejaría atropellar mil veces más y morir con tal de pasar un día más con
Virginia, mi dueña y quien me demostró que no todos los seres de una raza son
iguales. Ni todos son buenos, ni todos malos.