Se titula "Sombras nocturnas" y cuenta la historia de Kurt, un joven policía de la Alemania Nazi de Hitler, que no puede soportar más lo que el Führer está haciendo con Alemania y gran parte de su población.
Espero que disfrutéis leyendo este primer capítulo titulado "Cambios drásticos"
"Sombras nocturnas"
Por R.R.Almeida
1. Cambios Drásticos
En la oscura
época nazi de Alemania, un joven policía de veintisiete años llamado Kurt
Werstein, iba de patrulla por las calles de Berlín, junto a dos compañeros,
Albert y Martin, cuando vieron una joven.
-Chicos, mirad
que camina por ahí, es una cerda judía- dijo Martin.
-Paradla y
subámosla, vamos a divertirnos un rato- dijo Albert.
Kurt permanecía
callado, pues aun siendo policía, no estaba muy de acuerdo con la política del
Führer, pero claro, no podía sacarlas a la luz…le costaría la vida, o algo
peor.
-Eh tú, ven
aquí- dijo Martin.
-Yo no he hecho
nada, señor- dijo la joven.
-Eres judía
verdad, con eso ya has hecho bastante, maldita cerda- dijo Albert.
La metieron en
la parte trasera del vehículo, condujeron un poco más adelante y giraron hacia
un callejón. Allí aparcaron; Albert y Martin salieron del vehículo.
Albert sacaba a
la joven agarrada del brazo, la tiró al suelo y dijo mientras se bajaba los
pantalones:
-Vamos, cerda
judía, haz lo que tú sabes.
La joven,
tirada en el suelo y llorando, decía:
-Señor, yo no
he hecho nada.
No paraba de
repetir la misma frase, se notaba que estaba muy asustada; los dos policías,
Albert y Martin, agarraron a la joven, y
mientras uno la sujetaba y golpeaba para que se estuviera quieta, el otro la
violaba brutalmente; primero Albert y después Martin. No pararon de darle
golpes hasta que la joven estaba casi inconsciente.
Cuando
terminaron, vieron a Kurt que estaba sentado en el coche, y Albert le preguntó:
-¿Qué pasa, no
quieres divertirte un rato? Tú siempre igual.
Kurt sólo
pensaba en lo que sus compañeros acababan de hacer, que no era la primera vez.
Él no estaba de acuerdo con ese tipo de cosas, pero era incapaz de hacer nada.
Albert al ver
que Kurt no contestaba, le dijo a Martin:
-Y ahora ¿Qué
hacemos con esta cerda judía?, ha quedado peor de lo que pensaba.
-Ya no sirve de
nada- respondió Martin- pégale un tiro y dejémosla ahí tirada, a nadie le
importa una judía muerta, además, le haremos un favor.
-No, no vale ni
el metal del que está hecha la bala, será más barato cortarle el cuello como
una cerda que es- dijo Albert.
La joven,
agotada en el suelo, casi sin aliento y apunto de desmayarse por los golpes que recibió mientras la
violaban, intentaba decir algo. Con una voz casi apagada de la que sólo se
entendía una frase, “No he hecho nada”. Albert cogió un cuchillo del coche, se
acercó a la joven, la agarró por el pelo y tiró hacia atrás la cabeza, puso la
punta del cuchillo en el cuello de la joven y mientras le fue cortando poco a
poco, le susurró al oído:
-Púdrete en el
infierno, cerda judía.
Soltó a la
chica que cayó desplomada en el suelo, sangrando y dejando su vida en ese
oscuro y frío callejón.
-Listo, ya
podemos irnos- dijo Albert.
-¿Quieres un
cigarro, Albert?- preguntó Martin.
-Sí, es justo
lo que necesito ahora, pero primero déjame limpiar la sangre del cuchillo y de
las manos- respondió Albert.
Albert y Martin
se encendieron un cigarro y subieron al coche. Albert arrancó el coche y fueron
saliendo del callejón.
Mientras, Kurt
echaba una mirada hacia atrás para ver a la joven, muerta, semidesnuda, y en un
charco de sangre.
Cuando Kurt
volvió a su casa, en la que vivía solo desde que su mujer desapareció unos
meses atrás. Estaba muy enfadado consigo mismo por la impotencia que le entró
esa tarde en el callejón con sus compañeros, Albert y Martin; pensó que debió
hacer algo.
Desde que el
Führer llegó al poder, la policía ya no se dedicaba a ayudar, eran como los
perros de la Gestapo, todo el día buscando imprentas ilegales de propaganda
contra el partido nazi, deteniendo a gente inocente que su único delito era ser
de una religión o un color distinto, y todo para llevar a cabo el enfermizo
deseo de Hitler de eliminar a todos los que él consideraba que eran de una raza
inferior.
Kurt se hizo
algo de comer, se duchó y se fue a la cama. Tumbado en ella no paraba de pensar
en esa tarde, en esa joven de la que ni sabía el nombre, y en lo desalmados y
despiadados que eran sus compañeros y la gran mayoría de la policía que
conocía.
-No puedo
permitirlo más- pensó Kurt- pero, ¿Qué hago?, ¿Cómo reaccionar ante esos dos malnacidos?.
Si les digo que no lo hagan me dirán que sólo son judías y que no valen nada,
que a nadie les importa. Pero esas personas también tienen familia, y no creo
que sean seres inferiores. Lo que tengo claro es que no me quedaré quieto la
próxima vez, mi conciencia no me lo permitiría. Pensaré algo por si llega la
ocasión…que llegará.
Entre tanto
pensamiento se quedó dormido.
A la mañana
siguiente se despertó tarde. Andaba aún adormilado, así que se fue a la ducha
para despejarse un poco; después desayunó y se puso el uniforme.
Salió de su
casa aún dándole vueltas a la cabeza, tenía la imagen de la joven ensangrentada
y tirada en el suelo, grabada en el cerebro a fuego.
Caminó a la
comisaria, que ya llegaba tarde, y en la entrada se encontró a Albert y Martin
que estaban subiendo al coche.
-¡Kurt! Vamos
joder, ya nos preguntábamos dónde estabas- dijo Martin.
-Perdón, me
quedé un poco dormido, ayer no descansé muy bien.
-Venga monta,
tenemos que registrar una casa, el vecino avisó que anoche se vio mucho
movimiento- dijo Albert.
Por el camino comenzaron
a hablar:
-A ver qué nos
encontramos- comentó Martin.
-Puede no ser
nada- dijo Kurt- últimamente hay muchas denuncias por cualquier motivo.
-¿Cómo que no
será nada?- dijo Albert- si por la noche está entrando y saliendo gente; puede
ser una imprenta o quizás planean un atentado.
-Seguro que es
un burdel lleno de putas- añadió Martin.
-Sí, estaría
bien que fuera un burdel- dijo Albert riendo- así podremos “comisar” algo de
mercancía para probarla y divertirnos un rato.
-Sea lo que sea
ya lo veremos- dijo Kurt- y de ser así nuestro deber es llevarlas a comisaría.
-Joder, ¿Nunca
te quieres divertir o qué?- le replicó Albert- Nuestro deber es proteger al
pueblo alemán de basuras como esas, y si de paso nos divertimos, pues mejor.
-Bueno,
tranquilos- dijo Martin- ahora veremos qué nos encontramos, no vale de nada
divagar.
Kurt, cada vez
más enfadado con sus compañeros y con la política que se vivía en Alemania, con
la que no estaba nada de acuerdo, pensaba que ojalá no fuera nada, ni un burdel
ni nada parecido, ya que escuchando a Albert sabía que haría algo, y él no lo
permitiría, aún no sabía cómo, pero no lo permitiría más; el resto del camino,
que no fue muy largo, se mantuvieron callados con una tensión que parecía estar
a punto de estallar.
Aparcaron
delante de la puerta, bajaron y se acercaron a la puerta; Albert llamó con tres
golpes a la puerta y dijo:
-¡Policía,
abran la puerta!
A los pocos
segundos abrió la puerta una joven judía.
-Venimos a
hacer un registro- dijo Albert mientras apartaba a la chica con el brazo y
entraba en la casa.
-Yo no he hecho
nada señor- dijo la joven.
En ese momento,
cuando escuchó esa frase, Kurt recordó a la chica que sus compañeros violaron y
mataron el día anterior.
-Aquí somos
nosotros quienes decidiremos eso- dijo Albert.
-Yo miraré
arriba- dijo Martin.
-Vale, yo miraré
por aquí. Kurt, tú ve por esa escalera que parecen llevar al sótano- dijo
Albert.
-Vale- dijo
Kurt- bajaré a echar un vistazo y subo.
Kurt fue a la
escalera y pulsó el interruptor de la luz, pero no se encendió.
-¿No funciona
la luz aquí?- pregunto Kurt a la joven.
-No, señor-
respondió ella.
-Usaré la
linterna que está en el coche.
Kurt fue al
coche a por la linterna y volvió a la escalera. Encendió la linterna y comenzó
a bajar. El sótano era grande, y con la luz de la linterna no podía apreciar
todo, así que decidió inspeccionar de cerca lo que allí se encontraba. Había
muchas cajas de madera y cartón llenas de polvo y telarañas, una pequeña mesa
con un par de sillas viejas, unas mantas en el suelo con pinta de ser usadas
para dormir, y un plato junto a un vaso, ambos sucios y cerca de las mantas.
Kurt pensó que escondían a alguien allí, esas mantas, el plato y el vaso, era
muy sospechoso, pero no había nadie. Se decidió a subir la escalera, cuando
escuchó un ruido como de dos rocas rozándose, apuntó con la linterna y la
pistola hacia donde provenía el ruido y dijo:
-Policía, ¿Hay
alguien ahí?
No se escuchó
nada, sólo se veía unas cajas de cartón. Se acercó lentamente y las apartó,
había una pequeña pintura con forma de pergamino, y pintados en relieve los
números del cero al nueve, los símbolos de sumar y restar, dos triángulos, una
calavera y una hoz. Kurt pasó la mano por encima y notó que se podían pulsar,
como si fueran unos botones…le resultó extraño, pero al no ver a nadie, se
dirigió a subir las escaleras y omitir esa información a sus compañeros.
Al subir vio a
Albert sentado en una silla y a la chica de pie.
-¿Algo por
abajo, Kurt?- preguntó Albert.
-Nada, sólo
cajas- respondió Kurt.
Kurt no pensaba
decir nada de las mantas, ni del plato y el vaso. Desde esa mañana había
perdido el poco respeto que le quedaba hacia la policía, y hacia sus dos
compañeros, que no eran otra cosa que dos sucios asesinos.
-Esperemos a
Martin- dijo Albert- yo he estado hablando con esta judía, pero no quiere decir
nada, habrá que interrogarla más a fondo en una de esas habitaciones de ahí.
-Yo lo haré-
dijo Kurt- Vamos, ven conmigo a la habitación.
Kurt no pensaba
dejar a solas a esa chica con ninguno de sus compañeros…no podía guardar más
víctimas inocentes en su memoria
-¿Te quieres
divertir hoy?- preguntó Albert- Está bien, ayer nos divertimos nosotros.
Kurt cogió por
el brazo a la chica y la llevó a la habitación.
-Yo subo a ver
a Martin- dijo Albert- que está tardando mucho.
Kurt y la chica
entraron en la habitación amueblada por una cama y una pequeña mesita.
-Siéntate- dijo
Kurt- no te preocupes, no te voy a hacer nada.
-Aquí no
hacemos nada malo, señor- dijo la chica.
-Bueno, primero
dime tu nombre- dijo Kurt.
-Lilia.
-Bonito nombre.
Bueno, Lilia, abajo he visto unas mantas, puesta a modo de colchón ¿Estás
escondiendo a alguien?
-No, señor.
-Ya, bueno, lo
creas o no, intento ayudarte ¿Hay alguien más en la casa?
Kurt quería
saber si había alguien más en casa para evitar que le hicieran lo mismo que a
la pobre chica del día anterior.
-No, ahora
estoy sola, mi hermano está trabajando en la fábrica.
-¿Y no
escondéis nada?
-No, señor, ya
se lo he dicho.
-¿Y la gente
que entra de noche y sale antes del amanecer? Dímelo, de verdad, sólo intento
ayudarte, cualquiera de esos dos de ahí fuera no insistiría tanto, y si hay
alguien más en esta casa y ellos lo encuentran…lo va a pasar muy mal.
-Perdone,
señor, pero sería la primera vez que la policía me ayude…a mí, una judía.
-No soy como
los demás policías, no estoy de acuerdo con la política de Hitler…en serio,
sólo quiero ayudarte.
-Sí, se nota
que no eres como los demás…o quizás me estás diciendo todo eso para que confíe
en ti. La policía mató a mis padres como si fueran unas sucias ratas, ¿Cómo
puedo confiar en ella?
-Lo siento, te
comprendo, pero no todos somos iguales.
-Habrá que
verlo.
De repente se escuchó
un disparo en el piso de arriba.
-¡¿Qué fue
eso?! Espérate aquí- dijo Kurt.
Salió de la
habitación, la cerró desde fuera con la silla en la que antes estaba sentado
Albert, y empezó a subir la escalera lentamente con la pistola en la mano
cuando se escuchó otro disparo. Se apresuró a ir adonde provenía el disparo y
se encontró a Martin en el suelo con los pantalones bajados y sangrando por la
entrepierna; en el suelo, yacía una joven que parecía muerta por un tiro en la
cara, y a Albert de pie, con la pistola en la mano, apuntando a su compañero Martin
a la cabeza.
-¡Qué ha pasado
aquí!- dijo Kurt.
-La cerda esa-
dijo Albert con cara de odio- le ha pegado un mordisco y le ha arrancado la
polla, yo al verlo, saqué la pistola y le pegué un tiro, poco después otro para
rematarla.
-Y ¿Por qué
apuntas a Martin?- preguntó Kurt.
-Antes de
desmayarse me dijo que así no se merece vivir, sólo le voy a hacer un favor- respondió
Albert.
Apretó el
gatillo y la sangre de Martin salpicó a ambos.
-Y ahora voy a
ver a la otra puta judía, ¿Está en la habitación donde entraste?- preguntó
Albert a Kurt.
Kurt, que
estaba paralizado después de ver a Albert disparar a Martin, la chica muerta, y
toda la sangre salpicarle la cara, no pudo ni decir palabra.
-Tú como
siempre, con esa cara de idiota y más callado que una puta judía, ¡Aprende ya
de qué va esto!- dijo Albert.
Apartó a Kurt
con el brazo, salió y fue bajando la escalera. Kurt reaccionó y fue rápido tras
Albert.
-Ven aquí,
puta, tú vas a pagar todo lo ocurrido- dijo Albert a Lilia.
-No me mate, no
quiero morir- dijo Lilia.
-No te
preocupes por eso, preocúpate por lo que te ocurrirá antes de que te mate- dijo
Albert.
Albert golpeó a
Lilia en la cara con un golpe fuerte y ella cayó en la cama. Albert se empezó a
quitar la correa de los pantalones, y en ese momento Kurt apareció por detrás
con un cuchillo en la mano y rápidamente agarro la cabeza de Albert por detrás
y le cortó el cuello a la vez que le dijo:
-Eres tú el que
vale menos que el metal de una bala.
La sangre salpicó
a Lilia, que estaba en la cama mirando la cara de Kurt que parecía llena de ira
y odio.
-Te creo- dijo
Lilia mientras se limpiaba la sangre con la sábana.
-¿Cómo?-
preguntó Kurt limpiando el cuchillo también en la sábana.
-Que creo que
no eres como los otros policías, ninguno mataría a su compañero por salvar a
una judía. Gracias.
-No es nada, es
lo que debía hacer, como ya te dije no estoy de acuerdo con estos métodos y mi
conciencia no me lo permitiría, antes que judía eres humana.
-¿Y arriba que pasó?
Estaba Sara, una amiga que íbamos a esconder esta noche, la acusaban de
prostituta.
-El otro
policía la quiso violar, y bueno, digamos que lo dejó impedido de por vida- dijo
Kurt riéndose ligeramente- luego este de aquí le pegó un tiro a mi otro compañero,
el cual no quería vivir así.
-Pobre Sara, no
merecía morir, como todas las demás personas que han ido cayendo durante este
tiempo.
-Los vecinos
quizá escucharon los disparos y avisaron a una patrulla, ahora será mejor irse
y esconderse, o acabaremos muertos también, pero ¿Dónde podríamos ir?
-Sé dónde
podemos escondernos, y rápidamente. Vamos al sótano.
-¿Al sótano? Si
no hay nada.
-Que no veas
algo no significa que no esté ahí.
Kurt cogió el
arma de Albert y bajaron al sótano.
-Déjame la
linterna- dijo Lilia.
Kurt le dio la
linterna y fueron hacia la pequeña pintura de pergamino con botones. Lilia
pulsó varios de ellos y se abrió una entrada, cerca, en el suelo.
-¿Y esto?- dijo
Kurt.
-Entra, mejor
te explico dentro.
Entraron los
dos, y Lilia pulsó una palanca en el interior que cerró la entrada. Bajaron y
llegaron a una sala redonda con tres puertas y una mesa rodeada por cuatro
sillas.
-¿Me puedes
explicar ya dónde estamos?- dijo Kurt.
-Es un bunker
bastante antiguo, en el que nos pensábamos esconder. Sin el código de la puerta
es imposible entrar, nunca pensé que un policía entraría aquí.
-Podríamos
decir que ya no soy policía.
-Sí, eso es
verdad. Te enseñaré esto. Hay tres habitaciones, en esa de ahí están guardadas
las provisiones; hay comida y bebida para que vivan cuatro personas por un par
de semanas…aunque ahora estamos sólo tú y yo. Me preocupa mi hermano, seguro
que lo cogerán, y no hay forma de avisarlo, si no hubierais venido. ¿Quién os
avisó?
-Según me dijo
mi compañero, un vecino avisó que entraban muchas personas de noche y se iban
antes del amanecer.
-¡Muchas
personas! Si entraban dos, y justo hoy íbamos a esconder a Sara y a su hermano,
pero ya…mejor sobrevivir nosotros, te debo la vida y aquí no entrarán, y si
logran entrar, tenemos una salida por esa otra puerta.
-Ya se denuncia
sólo por miedo- dijo Kurt- y a cualquier mínimo de sospecha, así va todo, ¿Y a
dónde lleva la salida?
-A las
alcantarillas, en la habitación hay un pozo bastante hondo, y cerca del agua
hay un pasillo que acaba llegando a las alcantarillas, será la única forma de
salir de aquí.
-Sí, mejor
tener una vía de escape. Toma el arma de Albert, quizás te haga falta.
-No te
preocupes, tenemos algunas armas y munición que fuimos trayendo, están en la
habitación del pozo, tenemos algo de dinamita también.
-Veo que
estabais preparados.
-Sí, estábamos
dispuestos a morir luchando antes de hacerlo llorando, pero…ellos ya no lo
harán.
-Quizás
tengamos que hacerlo, no sabemos que nos deparará el futuro. Como has dicho,
mejor morir luchando que morir llorando.
-Ya veremos, te
sigo enseñando esto. Por esa otra puerta hay cuatro pequeñas habitaciones, con
una cama cada una y un cuarto donde podemos asearnos. Eso es todo.
-Bastante bien
la verdad, una pregunta, cuando bajé a registrar el sótano, escuché la puerta a
las escaleras cerrarse, ¿Hay alguien más aquí?
-No, estábamos
bajando algunas cosas cuando llamasteis, subí corriendo, y Sara estaba arriba.
Si no se pulsa la palanca, al minuto se cierra.
-Será mejor
descansar un rato.
-Sí, cogeré
algo de comer y beber.
Lilia fue a la
despensa a por algo de agua y comida, y lo llevó todo a la sala redonda para tomarlo
en la mesa junto a Kurt.
-Toma, bebe
algo…Kurt ¿Verdad?- dijo Lilia.
-Sí, Kurt
Werstein. Gracias.
-Yo me llamo
Lilia Blume. Tengo veinticuatro años y he vivido aquí desde siempre.
-Yo veintisiete,
y también de Berlín de toda la vida.
Kurt bebió
bastante agua mientras miraba a su alrededor, pero Lilia no paraba de mirar a
Kurt.
-¿Por qué no
paras de mirarme?- preguntó Kurt.
-Ahora, después
de lo ocurrido, supongo que tendremos que pasar algunos días juntos ¿No?
-Claro, no
pienso dejarte sola, y prefiero que nadie me vea, quizá ya sepan que fui yo
quien mató a Albert, y seguro me atribuyen la muerte de Martin también.
-Pues entonces-
dijo Lilia- deberíamos conocernos mejor.
-No sé, soy
algo tímido, entré en la policía hace algunos años, pero este régimen que ha
impuesto Hitler…no me gusta para nada.
-Dímelo a mí. Los
judíos estamos condenados aquí. Tarde o temprano acabarán con todos nosotros. A
mis padres ya los mataron, y juré que me vengaría…pero no sé si podré. Ahora
Sara, mi hermano que casi lo puedo dar por muerto…se van acumulando muchas
cosas, pero primero tenemos que sobrevivir.
-Sí, eso
haremos, también soy muy insistente y no nos rendiremos, sobreviviremos,
escaparemos de aquí y buscaremos la forma en la que te puedas vengar. A mí ya
no me queda nada, mi mujer desapareció hace algunos meses y en todo este tiempo
sólo he ido cogiendo odio hacia este régimen. En parte pienso que fue culpa
suya la desaparición de mi mujer.
-Intentemos no
pensar en lo malo ahora, ya habrá tiempo para preocuparse. Ahora que me
acuerdo, mi diario ya lo dejé antes en la habitación en la que pensé quedarme
¿Te importa si te dejo solo? Me gustaría escribir lo ocurrido, escribir me encanta
y me calma los nervios.
-Claro, ve, no
me importa. Yo me quedaré aquí sentado descansando y pensando.
-Si necesitas
algo, cógelo.
Lilia se fue a
la pequeña habitación en la que dormiría, a escribir en su diario mientras Kurt
se quedó pensando en qué deberían hacer.
-Aquí tampoco
podremos estar mucho tiempo- pensó Kurt- aunque no entren por las escaleras,
acabaran viendo la pintura con los números y encontrarán la forma de entrar,
deberíamos irnos en cuanto podamos… ¿Pero dónde podríamos ir? A mí me empezarán
a buscar en cuanto una patrulla llegue a la casa y vean todo.
A Kurt le
empezó a doler un poco la cabeza.
-Uff, ya
empiezan estos dolores de cabeza que tengo desde hace algún tiempo. Iré a ver
si Lilia tiene aquí algo que me calme el dolor.
Kurt se dirigió
a la habitación de Lilia y llamó a la puerta.
-¿Se puede?-
dijo Kurt.
-Sí, pasa- dijo
Lilia.
-¿Tienes algo
para el dolor de cabeza? Me dijiste que cogiera lo que necesitara, pero no sé
si tienes.
-Sí, espera que
te traiga una pastilla y un poco de agua.
Kurt se sentó
en la cama a esperar a Lilia y vio el diario, era de color negro con unas
pequeñas líneas doradas.
-A saber la de
cosas que habrá vivido- pensó Kurt- ¿Habrá escrito que piensa de mí? Aunque me
pique la curiosidad no puedo leerlo, es algo personal… aunque me gustaría
saberlo.
Lilia abrió la
puerta de la habitación y entró con un vaso de agua en una mano y una pastilla
en la otra.
-Toma, te
calmara el dolor de cabeza. Será mejor que te eches a descansar en una cama
mientras hace efecto.
-Gracias, iré a
la habitación de al lado.
Kurt salió y
fue a la habitación contigua a descansar mientras Lilia volvía a coger el
diario para escribir en él sus pensamientos.
Lilia abrió el
diario negro con pequeñas líneas doradas por la última página escrita para
continuarla:
“Kurt ha venido
a mi habitación a pedirme algo para el dolor de cabeza. Le di una pastilla y un
vaso de agua. Se fue a la otra habitación a descansar, espero que se encuentre
mejor dentro de un rato. Me parece que se siente mi protector, y lo cierto es que
lo ha sido, de no ser por él ahora estaría muerta, podría haberlo dejado pasar,
le hubiera sido más fácil, pero ahora tendrá que huir, como yo. Lo cierto es
que me gusta su forma de ser, aunque tendré que conocerlo más, por suerte parece
estar decidido a quedarse conmigo.”
A Lilia le
entró sed y se levantó para ir a por un poco de agua. Salió de la habitación y
pasó por delante de la puerta de la de Kurt. Vio que estaba a medio tapar, y
entró, cogió la manta y empezó a taparlo, cuando él, le agarro un brazo.
-Perdona, me
suelo despertar muy rápido cuando me tocan- dijo Kurt mientras la soltaba.
-No pasa nada-dijo
Lilia- ¿Alguna pesadilla? Pareces un poco alterado.
-No, estoy
bien.
Lo cierto es
que Kurt estaba soñando con la imagen de Sara, tirada en el suelo, sin vida. A
Albert disparando a Martin. A él rajando el cuello de Albert. Y con la chica
del día anterior…no se le quitaba la cabeza.
-Y la cabeza
¿Te duele?- preguntó Lilia.
-No, ya estoy
mejor.
-Pues voy a por
un poco de agua, ¿Quieres un poco?
-Sí, gracias. Te
acompaño.
Salieron los
dos de la habitación y fueron a la sala redonda.
-Siéntate, ya
traigo yo el agua- dijo Lilia.
Lilia fue a por
una jarra de agua y volvió. Le sirvió a Kurt un vaso y se llenó otro para ella.
-Gracias- dijo
Kurt- he estado pensando que aquí no podremos estar mucho tiempo, quizá sea
mejor irnos en cuanto podamos.
-Sí, si piensas
que es lo mejor, eso haremos, ¿Esperamos a mañana, u hoy sería mejor?
-Pues me
gustaría entrar en la casa de nuevo y ver si ya recogieron los cadáveres.
-Pero ¿Y si hay
alguien?, te podrían detener o matar.
-Tranquila, iré
con la pistola y tengo muy buena puntería.
-Vale, ¿Quieres
algún arma de las guardadas en la sala del pozo?
-No, tengo mi
pistola y la de Albert.
Kurt terminó de
beberse el agua, se levantó, sacó la pistola y empezó a subir la escalera hacia
el sótano de la casa.
-Yo te abro y
espero en las escaleras junto a la palanca, si se cierra la puerta, la volveré
a abrir- dijo Lilia.
Los dos
subieron las escaleras y Lilia tiró de la palanca mientras Kurt apuntaba a la
entrada del sótano con la pistola y la linterna. La puerta se abrió y a plena
vista todo seguía igual que antes. Kurt entró en el sótano y dijo a Lilia:
-Si en algún
momento ves a alguien que no sea yo, cierra rápido y huye. No me esperes.
-No creo que
pueda huir, no dejándote ahí, sin saber si estás vivo o muerto.
-Tranquila que
volveré- dijo Kurt sonriendo a Lilia- pero si me pasa algo y tú no consigues
escapar…no habrá servido de nada lo que hemos hecho y habrán vuelto a ganar…no
les des esa satisfacción y sálvate, recuerda que tienes mucho que vengar.
Kurt iba
sigilosamente hacia la escalera que sube a la casa, apuntando con la pistola y
algo nervioso. Llegó a la escalera, miró hacia arriba y al no ver a nadie
comenzó a subir. Mientras subía empezó a escuchar unas voces y se quedó quieto
escuchando.
Eran dos
policías los que hablaban arriba.
-¿Qué habrá
pasado aquí? Albert está ahí con un corte en el cuello y Martin arriba con un
disparo y…ya sabes. Mientras que Kurt está desaparecido, seguro que ese cabrón
tiene algo que ver.
-No sé, sea
como sea tenemos que encontrar a Kurt, él nos podrá aclarar muchas cosas.
Otros dos
policías bajaron con el cuerpo de Martin.
-Ya está todo
listo arriba, podemos marcharnos- dijo uno de los policías.
Todos salieron
y Kurt escuchó como cerraban la puerta. Subió arriba con cuidado por si quedaba
alguno y se asomó por la puerta que daba a la escalera para comprobar que no
hubiera alguien más.
-Qué casualidad
haber salido en este momento- pensó Kurt- lo que está claro es que no deben verme.
Bajaré al sótano a decirle a Lilia que ya se han ido los policías y que debemos
prepararnos para salir.
Kurt bajó al
sótano y al apuntar con la linterna hacia la entrada del bunker, vio a Lilia esperando.
Él sonrió y dijo:
-Te dije que
volvería.
Ella al verlo
también soltó una sonrisa. Y dijo:
-Me alegro que
no haya pasado nada.
-Bueno, se
acaban de marchar con los cuerpos. Dijiste que el pozo lleva a un pasillo que
va al alcantarillado ¿Verdad?
-Sí, ¿Saldremos
por ahí?
-Sí, vamos a
preparar algo de comida, bebida y demás cosas que necesitemos. En cuanto
estemos preparados, nos iremos. Lo mejor es salir de Berlín, ya pensaré hacia dónde
nos marcharemos.
-Vale- dijo
Lilia- Guardaré algo de fruta y queso en una bolsa de tela que tengo ahí.
-Bien, yo
cogeré algunas armas, los cartuchos de dinamita y munición.
Lilia fue a la
sala donde guardaban la comida para recoger todo. Metió varias piezas de fruta,
algo de queso y un poco de pan en la bolsa de tela, se la colgó al hombro y fue
a su habitación a recoger su preciado diario.
Mientras, Kurt,
estaba en la sala del pozo con las armas. Decidió dejar su pistola y la de
Albert allí y coger dos nuevas Luger con suficiente munición; también cogió una
pistola PKK para Lilia, los cartuchos de dinamita y un fusil Karabiner 98 Kurz
que se colgó al hombro. Ya armado volvió a la sala redonda.
Lilia en su
habitación decidió ponerse una ropa de color negro y pensó en que Kurt también
debería cambiarse de ropa y fue a otra de las habitaciones a por algo de ropa
de su hermano. Cuando cogió todo fue a la sala redonda a reunirse con Kurt.
-He pensado que
sería mejor ponernos ropa más oscura- dijo Lilia- tú no puedes ir por ahí
vestido de policía si queremos pasar desapercibidos.
-Buena idea,
gracias por la ropa. Me iré a cambiar. También necesitaremos algo más de ropa,
para cuando salga el sol...
-Vale, cogeré
algo más.
Mientras Kurt
se cambiaba de ropa, Lilia fue a coger algo más de ropa para cambiarse cuando
el sol iluminara todo.
-Pues creo que
ya está, volveré a ver a Kurt- pensó Lilia.
Volvió a la
sala redonda y vio a Kurt con la ropa de su hermano y dijo:
-Te queda muy
bien, y mejor que vestido de policía estás- dijo Lilia mientras se le escapaba
una ligera carcajada.
-Sí, me alegro
de haberme librado de ese uniforme que sólo infunde temor. Es hora de irse. Por
cierto, ¿Tienes algunas cerillas?
-Sí, creo que
ahí- dijo Lilia señalando a la sala donde guarda la comida.
-Nos podrían
venir bien, si necesitamos hacer fuego.
-¿Dónde has
pensado que deberíamos ir?- Preguntó Lilia.
-Pues la
verdad, no lo sé ¿Tienes familia fuera de Berlín que nos pudieran dar refugio?
A mí ya no me queda nadie.
-Sí, mi tía
Martha. Vive en un pueblo al sur, Kiefernhausen. Es un pueblo tranquilo, sin
mucho movimiento.
-Bien, iremos,
o mejor dicho, intentaremos llegar, no sabemos lo que nos encontraremos.
-¡Qué pesimista
eres! Debemos pensar que todo irá bien.
Con todo metido
en bolsas, fueron a la sala del pozo para bajar a las alcantarillas y empezar
la huida hacia Kiefernhausen.