Despertar
en una pesadilla
por RRAlmeida
Me desperté en una
habitación que no reconocía, tumbado en una maloliente cama junto a una joven
de cabello rubio con su cuerpo ensangrentado. Tiradas por el suelo vi varias
botellas de ginebra, y un cuchillo que parecía ser el arma con la que perdió la
vida esta joven.
No tengo la más mínima
idea de cómo acabé aquí, ni de cómo murió la chica rubia, la cual no reconocía.
Me pregunté qué ocurrió por la noche, no recuerdo nada. ¿La habré matado yo?
Mi estómago es un
volcán a punto de entrar en erupción, y en mi cabeza parece estar tocando un
mal grupo de heavy metal.
Puse los pies en el
suelo, y al pisar el charco de sangre que fue vertido por el inerte cadáver que
yacía a mi lado, resbalé cayendo de bruces al suelo. Me apoyé con las manos, y
solté por la boca todo lo que debí beber ayer; estoy hecho una mierda, pero
debo salir de aquí.
Me levanté ayudándome
con la pared, y miré un poco más detenidamente la cara de la joven para
intentar recordar lo ocurrido anoche. Sigo sin acordarme de nada, lo único que
recuerdos es salir de casa para tomar unas copas en el bar y, a partir de ahí,
todo parece una película codificada.
Al abrir la puerta de
la habitación me encontré con el pasillo de lo que parecía un sucio motel de
carretera. Bajé por la escalera que da a la recepción, y en el mostrador vi a
un chaval viendo la televisión. Pasé intentando que no me viese, lo cual
conseguí. Ya en la calle traté de reconocer el lugar, y algo me sonaba, pero no
muy bien. Caminé rápido, callejeando por el lugar hasta que logré situarme un
poco. Caminando una media hora llegué a mi casa; entré y fui directo a la ducha
a quitarme toda la mierda que tenía encima. Tras la ducha, me tomé un
ibuprofeno para la resaca, me preparé un té doble, e intenté recopilar
información de mi distorsionada memoria.
Los recuerdos seguían
igual de borrosos, pero entre tanta oscura niebla pude ver la cara de la chica
rubia del motel, estaba apoyada en la barra del bar con un precioso vestido
rojo que destacaba entre todo el local, empecé a verme ir hacia ella con el
único pensamiento de invitarla a una copa…pero al llegar ahí, todo vuelve a ser
imbuido en un denso humo que lo tapa todo. Decidí volver a ir al bar esta noche
para ver si recuerdo algo más, puede resultar estúpido volver al lugar en el
que conocí a una chica a la que probablemente yo maté, ya la deben haber
encontrado, y seguro que estarán investigando su muerte, pero seré yo el que
muera como no consiga saber que ocurrió ayer por la noche.
Pasé un rato en la cama
por la tarde intentando dormir un poco, pero me resultó imposible; tras esto
comí un poco de pasta con salsa de tomate, y salí camino al bar de la noche
anterior.
La calle del pueblo
estaba desierta, como siempre solía estarlo. Camine deprisa ansioso por llegar
al bar. Una parte de mí sabía que no todo sería igual, la chica rubia del
vestido rojo no estaría allí, por desgracia; era muy guapa, aunque no recuerdo
nada más de ella.
Al llegar a la puerta
del bar, entré, y al ver todo el local, la niebla que ciega mis pensamientos se
fue disipando un poco más…pero sólo un poco. Había poca gente, apenas un par de
adolescentes jugando al billar, un señor viejo con bigote jugando en la máquina
tragaperras, y una linda camarera atendiendo el negocio.
Me acerqué a la barra y
pedí a la camarera que me pusiera un Gin Tonic. Le di un sorbo como esperando
que fuera una pócima para la memoria…pero no, todo seguía igual. Quizá si
seguía tragando ese amargo pero gratificante líquido conseguiría los efectos de
tal pócima. Seguí bebiéndome la copa mientras miraba alrededor, buscando una
salida de este laberinto de incertidumbre en el que estaba inmerso.
Con el paso de las
horas, y de los Gin Tonic, fue llegando más gente al local, pero me fijé en una
chica que entró cuando estaba pidiendo mi quinta copa. Con una larga melena
morena, y un vestido negro bastante escotado, fue caminando hasta mi lado,
llamó a la camarera y pidió una copa de ginebra con refresco de limón.
-¿Nunca la has bebido
con tónica?- le pregunté.
-¿Perdona?- me contesto
con una dulce voz y acento francés.
-La ginebra, si nunca
la has probado con tónica.
-¿Qué pasa, se te ha
borrado la memoria? Ayer mismo insististe en que lo probara.
Esa frase me descolocó,
¿La conocí ayer? Quizá ella sepa quién era la joven rubia, como mínimo sabrá
que pasó el tiempo que estuve aquí.
-La verdad es que no me
acuerdo de ti, no recuerdo nada de ayer desde que entré aquí.
-¿En serio? Y a Sarah,
¿Tampoco la recuerdas?
-¿La chica rubia del
vestido rojo?
-Sí, claro. Hoy no la
he visto en todo el día, y eso es raro, siempre venimos a este bar a trabajar.
-¿Trabajar?
-Sí, somos prostitutas,
pero de alto nivel.
Así que la chica rubia
del vestido rojo se llamaba Sarah, y era una puta francesa. Ya voy sacando más
datos a la luz. Intentaré sacarle más información sobre Sarah.
-Ya voy recordando
algo- le dije.
-¿Y no la has visto
hoy?- me preguntó con preocupación.
-No, ahora voy recordando
que después de estar en un motel, salimos y nos fuimos cada uno por nuestro
lado.
Tengo que mentirle, no
puedo contarle que me desperté junto al cadáver de su amiga Sarah, querría
explicaciones, y seguro avisaría a la policía.
-Y Sarah ¿También es de
Francia como tú?- le dije.
-Sí, vinimos a España
hace algunos años para estudiar el idioma. Soñábamos con vivir aquí…pero al
final acabamos así, aunque no nos quejamos, vivimos bien, y somos nosotras
quienes elegimos a nuestros clientes- dijo soltando una carcajada.
-Bueno, conseguisteis
vuestro objetivo de aprender la lengua y vivir aquí.
-Sí, eso sí llegamos a
conseguirlo.
Se notaba la
preocupación en su cara, y en parte me da pena no poder decirle que le paso a
su amiga Sarah. Lo que está claro es que de ella no sacaré nada más, y no se me
ocurre nada.
-Estoy preocupada por
Sarah- dijo ella- no es normal que no la haya visto. ¿Le habrá ocurrido algo?
-No te preocupes,
seguro que está bien. Hay días que todos necesitamos huir de la monotonía,
quizá se haya tomado un día de descanso.
-No lo creo, ella no
haría eso, seguro que me avisaría.
No podía seguir
teniendo esta conversación, tenía que acabarla ya y volver a casa; el alcohol
está haciendo su efecto, y aquí no sacaré nada más en claro.
-Bueno, debo irme- le
dije- mañana entro a trabajar temprano, y ya se me está haciendo muy tarde.
Espero que encuentres a Sarah, y que nos veamos en otra ocasión.
-Vale, que te vaya todo
bien. Seguro que volveremos a vernos.
Salí del local, me
abroché la chaqueta, y sentí algo golpearme la nuca con fuerza…acto seguido
todo se volvió oscuridad.
Me desperté atado a una
silla bastante incómoda, en un lugar de aspecto infrahumano, sin ventanas, e
iluminado por una bombilla que parpadeaba más que alumbrar. Pensé en qué podría
haber ocurrido, estaba claro que alguien me había golpeado por detrás y me
había traído aquí…pero por qué. Seguramente sea por algo relacionado con la
puta francesa. ¿Su amiga quizá? No se la veía tan agresiva.
Esperé allí sentando,
intentando desatarme las manos, pero me resultaba imposible, la cuerda me
estaba destrozando las muñecas, y los pies están inamovibles atados a las patas
de la silla. A los pocos minutos de despertarme vi girar el pomo de la puerta y
entrar a un hombre corpulento con cara de pocos amigos.
-¡Eh, qué coño haces!-
le grité- por qué coño me has secuestrado, suéltame.
-Que cojones te voy a
soltar- dijo con un voz bastante ronca- tenemos mucho de qué hablar tú y yo.
-¿Hablar? No creo que tengamos
nada de lo que hablar, salvo de por qué carajo me has encerrado y atado en esta
maloliente ratonera.
Al terminar esa frase,
se acercó más a mí, y me dio una hostia en la cara. Vi por mi ojo izquierdo la
sangre que corría desde mi ceja.
-Aquí las preguntas las
hago yo- dijo él- así que será mejor que tengas la boca cerrada y la abras sólo
para responderme.
-Serás cabrón. Púdrete
en el infierno, maldito bastardo.
Como consecuencia de mi
acertada frase, volvió a golpearme aún más fuerte en el mismo sitio. Grité por
el dolor que me causó, pero no dudé en acordarme de su madre y su abuela en un
contexto bastante despectivo…sí, a veces estaría mejor calladito, pero soy así,
qué le voy a hacer.
-Tú no aprendes nunca o
qué- me dijo con una sonrisita malévola destacando sobre su repugnante cara.
Le escupí en un ojo
llenándoselo de saliva ensangrentada, y le dije:
-Sólo lo que me sirva y
quiera aprender.
-Será mejor que
aprendas esta lección, te ayudará bastante ahora y en el futuro…si es que lo
tienes.
Se remangó las mangas
de la camisa, y empezó a sacudirme una y otra vez. Comencé a darme cuenta de la
lección, a base de golpes, como nos gusta a los humanos. No paró hasta que me
volví a quedar inconsciente. Al volverme a despertar de nuevo vi sentada frente
a mí a la amiga de Sarah, la otra prostituta francesa. Ya me imaginaba que ella
estaría detrás de esto, aunque tenía mis dudas.
-¡Todo es cosa tuya!-
le grité- suéltame.
-Cómo te voy a soltar,
tú le has hecho algo a Sarah. ¡Dímelo! No quieras saber de lo que soy capaz de
hacer.
Esto se estaba
empezando a poner muy feo, y yo sin saber qué hacer, aunque tampoco sé con
certeza que yo la matara, sólo sé que me desperté junto a ella así…aunque todo
apunta a que sí la maté.
-Espera, espera- le
dije- yo no le hice nada a Sarah.
-Pero sabes algo de
ella que yo no sé.
-Bueno, algo sí.
-Pues dímelo, todo será
más fácil.
Decírselo o no, qué
hacer. Probablemente me culpe a mí de su muerte, pero no veo más salidas.
-Ayer me desperté en
una habitación de un motel, junto al cuerpo sin vida de tu amiga Sarah. Fue
apuñalada, o eso parecía según estaba la habitación.
Su cara cambió
radicalmente. Extrañamente, le salió una sonrisita, y no paraba de repetir “no
puede ser, no es verdad”
-Tranquila- le dije.
-Cómo voy a estar
tranquila, mi mejor amiga está muerta, o mejor dicho, ha sido asesinada.
Me miró fijamente a los
ojos, y con una expresión en la cara de odio y resentimiento dijo:
-Por suerte tengo aquí
a su asesino.
-No, yo no la mate,
sólo me desperté allí junto a ella, nada prueba que la haya matado.
-Precisamente todo
apunta hacia ti. Vas a ver qué puede hacer una francesa llena de ganas de
vengar a su amiga.
-Sí, apunta hacia mí,
pero estoy seguro que no la maté, yo no soy así.
Pensándolo mejor, nunca
antes me fui con una puta a un motel de mala muerte, y hoy me he despertado con
una, y muerta.
-Yo lo único que sé es,
que tú te fuiste del bar con ella y que te despertaste junto a su cadáver. No
veo nada que me lleve a pensar que no la mataras. Tranquilo, no te voy a matar
aun, pero vas a desear morir.
La verdad que su tono
de voz, su cara, y el brillo que tenía en sus ojos, me estaban acojonando
bastante.
Me veía ya bastante jodido.
-Quién coño sois- le
dije- una mafia o qué. Ninguna persona en su sano juicio haría lo que estás
haciendo, aunque sea tu amiga.
-Te voy a enseñar cuál
es mi concepto de amistad. Deja de suplicar por tu vida maldito cabrón.
-No suplico, sólo
intento explicarte que no está seguro que fuera yo quien la matara.
De hecho, sí que estaba
suplicando, pero sin usar la frase “te lo suplico”. Será mejor que me prepare
para lo que tenga que venir y lo acepte, no veo a esta zorra con ganas de
cambiar de opinión.
-Espera un segundito
aquí- me dijo en un tono amable pero que daba miedo- aunque ya sé que no te
marcharás de la fiesta tan pronto. Voy a coger el maletín de juegos para
pasárnoslo muy bien.
De verdad que esta tía
está zumbada de la cabeza, tengo que salir de aquí cuanto antes, aunque lo veo
totalmente imposible estando maniatado en esta incómoda silla. A los poco
minutos volvió sujetando un maletín negro.
-Ya estoy aquí- dijo al
entrar.
Puso el maletín en una
pequeña mesita cercana a la puerta, y lo abrió. Estaba lleno de artilugios que
no tenían buena pinta.
-Vamos a divertirnos un
rato- dijo sacando una especie de látigo del maletín- ¿Te gusta? Es de mis
favoritos.
El látigo tenía la
punta llena de lo que parecía ser pequeñas puntas de aguja, eso tiene que doler
bastante.
Se puso tras de mí, y a
la vez que soltaba un grito me dio el primer latigazo. Yo también solté un
grito de dolor que debió escucharse bastante lejos…si es que alguien podía
oírme, que lo dudo. La puta siguió dándome golpes con su querido látigo,
mientras yo no paraba de gritar de dolor y acordarme de todos y cada uno de sus
familiares, ya estuvieran vivos o muertos.
-¿¡Qué, te gusta!?- me
gritó- espero que aguantes un rato, quiero probar algún juguetito más contigo.
Cuando recuperé la
consciencia, ya no estaba atado a esa asquerosa silla, me encontraba tumbado
bocabajo en una cama. Notaba un escozor y frío por mi espalda, giré la cabeza,
y vi a la amiga de Sarah, curándome las heridas. Estaba alucinando o qué. Hace
un rato estaba torturándome, y ahora curando los cortes que ella misma me
provocó.
-¿Ya estás despierto?-
me dijo con una voz más afable que las otras veces.
-Sí, qué haces
curándome, tú misma me hiciste eso, tienes un trastorno mental o qué.
-Lo siento, ya sabemos
quién mato a Sarah, y no fuiste tú.
-Lo sabía, te dije que
yo no podría hacerle eso a alguien.
-Ya, pero entiéndeme tú
a mí, parecía que fuiste tú.
-Sí, ahí te doy la
razón, parecía hasta preparado.
-No lo parecía, lo
estaba.
-¿Qué? No entiendo
nada, ¿Alguien me había tendido una trampa?
-Te cogió por medio,
mal momento, y mal lugar. Un antiguo cliente de Sarah, que se enganchó a ella,
y no comprendía cuál era su trabajo, os siguió esa noche hasta el motel. Esperó
a que os quedarais dormidos, entró, y os dejó aún más dormidos gracias al
cloroformo. Luego…ya viste lo que le hizo a Sarah.
-¿Y cómo lo supiste?
-Uno de los hombres que
nos protegen…
-¿El primero que vino a
saludarme?- pregunté cortando su frase.
-No, él se enteró al
mismo tiempo que yo. Pues como te decía, uno de nuestros hombres recordó a ese
tipo, e investigó un poco al indeseable ese. Siguiendo sus últimos pasos supo
que estuvo en el motel, lo capturó, “jugó” un poco con él, y acabó cantando
como un ruiseñor.
-¡Qué hijo de puta!
Deseé coger al tipo ese
y destrozarlo por haberme metido en este embrollo sin comerlo ni beberlo.
-¿Dónde está el mierda
ese?
-¿Qué pasa, te quieres
vengar? Si quieres puedes ser tú quién acabe con su vida, lo veo bien, en parte
la culpa de todo lo que has pasado es suya, y mereces tu venganza.
Pensé en el hecho de
vengarme, y me pareció delicioso. Me dolía bastante la espalda, pero me
quedaban fuerzas para levantarme e ir a tomarme ese dulce postre.
-Sí, tengo que sacar el
odio que llevo dentro. ¿Dónde está?
-¿Puedes levantarte?
-Sí, no te preocupes,
aguantaré.
-Pues sígueme, está en
otra sala.
-Será tan bonita como
la que me disteis a mí, ¿no?
-No lo dudes- dijo
soltando una carcajada.
Caminamos unos cuantos
metros cuando vimos a un tipo algo ensangrentado corriendo como si le fuera la
vida en ello.
-¡Es él!- exclamó la
amiga de Sarah.
-Joder, y cómo se os
escapa.
-Toma- dijo dándome una
pistola- no puede escapar, ve por el otro pasillo.
Joder, un arma, nunca
antes cogí una, y mucho menos la disparé. No podía pensármelo mucho, debía
actuar.
-Vale, lo cogeré por
aquí- dije mientras corría hacía el pasillo.
-Recuerda, que no
escape.
Corrí todo lo rápido
que me lo permitían mis heridas, que no era mucho, pero con el único objetivo
de reventarle la cabeza a ese cabrón, no por matar a Sarah, que la verdad es
que no me acuerdo de ella, más bien por haberme jodido de esta forma. No podía
entender cómo podía matar a alguien y quedarse tan tranquilo, y encima culpar a
otro de lo que hizo él.
El tío ese parecía
haberse esfumado, pero al cruzar una esquina me lo encontré de frente. No dude
ni una milésima de segundo en darle un puñetazo en toda su cara. Lo tumbé del
golpe, y le apunté con la pistola a la cabeza.
-¿Por qué coño me
querías cargar el muerto cabrón? ¿Sabes lo que he pasado aquí?
-Me hago la idea- dijo
con un voz temblorosa- a mí también me han hecho mucho daño. No me mates, por
favor.
-¿Qué, que no te mate?
Me has jodido mucho, y ni siquiera me conocías. ¿Dormiste bien por la noche,
puto sádico?
-Entiéndeme, necesitaba
a alguien para pagar el pato, y tú estabas ahí.
-Hoy todos me piden que
los comprenda, pero ¿Y a mí? Quién me comprende. Yo estaba allí, tú estás aquí. No le veo diferencia. Prepárate cabrón para dormir eternamente.
-¿Y tú?
-Yo qué.
-¿Dormirás bien por la
noche cuando hagas esto?
El muy mamón tenía
razón. ¿Dormiría bien convirtiéndome en alguien como él? Yo creo que no. La ira
me estaba cegando, yo no soy así, ya se lo dije a la puta francesa, y lo
mantengo. Si hiciera esto me convertiría en un ser despreciable, como este
imbécil.
-Levanta- le dije- no
te voy a matar, no quiero ser un ser tan bajo como tú.
Él se levantó, me miró,
y me dijo:
-Las circunstancias,
amigo, las circunstancias…
Antes de que acabara su
frase, una bala le atravesó la cabeza, salpicándome la cara. Miré atrás y
estaba la puta francesa.
-¿Qué has hecho?- le
pregunté.
-Darle su merecido,
¿Ibas a dejarlo marchar?
-Estáis todos locos.
-¿Locos? Hace un
momento tú mismo querías matarlo.
-Sí, pero me he dado
cuenta de una cosa. Eso no me iba a traer ni una pizca de felicidad, ni me iba
a curar las heridas que tú me causaste. ¿Debería matarte a ti también?
-No, sólo digo que…
-¡Calla, no digas nada¡
bueno sí, dime como salgo de este manicomio. No quiero saber nada de todo lo
ocurrido, nunca nos hemos visto, nunca nos conocimos, ¿entendido?
-Vale- dijo con una voz
que parecía avergonzada- Sígueme.
-Pero antes de irme,
necesito lavarme la cara, y algo de ropa. No puedo salir con lo que llevo, está
bastante manchado de sangre.
La puta francesa me
dijo que esperase en el baño, donde me podría lavar la cara. Fui allí, y me
quité las manchas de sangre que abarcaban toda mi cara y parte de mi pelo. Al
poco tiempo apareció la puta francesa con algo de ropa.
-Toma- me dijo
entregándome la ropa.
-Gracias- le dije-
¿Podrías salir mientras me cambio?
-Sí, sí, perdona.
Me cambié de ropa, salí
del baño, y le pedí que me sacara de este lugar.
La seguí por los
pasillos, y en menos de cinco minutos ya estaba fuera, en la calle. Sin decirle
nada me marché de allí rumbo a mi casa, para intentar olvidar la pesadilla que
pasé.
Al no tener ni un
céntimo, tuve que caminar hasta mi casa. Debí haberle pedido algo para un taxi,
que mínimo. Tras una larga caminata, logré llegar al paraíso de la
tranquilidad, mi casa, que comparada con el sitio del que acabo de llegar, es
un remanso de paz. Ahora sólo me queda tumbarme en la cama para conciliar
sueño, sabiendo que no me despertaré en una apestosa habitación de motel junto
al cadáver de una prostituta francesa llamada Sarah.
Embutido en mis
calentitas sábanas, me quedé dormido bastante rápido, poniendo fin a este día
de locos que he pasado. Cualquier pesadilla que sueñe será mejor que vivirla al
despertar.