martes, 23 de abril de 2013

Despertar en una pesadilla ©

Feliz día del libro a todos. Disfruten de este relato ^_^


Despertar en una pesadilla

por RRAlmeida

Me desperté en una habitación que no reconocía, tumbado en una maloliente cama junto a una joven de cabello rubio con su cuerpo ensangrentado. Tiradas por el suelo vi varias botellas de ginebra, y un cuchillo que parecía ser el arma con la que perdió la vida esta joven.

No tengo la más mínima idea de cómo acabé aquí, ni de cómo murió la chica rubia, la cual no reconocía. Me pregunté qué ocurrió por la noche, no recuerdo nada. ¿La habré matado yo?

Mi estómago es un volcán a punto de entrar en erupción, y en mi cabeza parece estar tocando un mal grupo de heavy metal.

Puse los pies en el suelo, y al pisar el charco de sangre que fue vertido por el inerte cadáver que yacía a mi lado, resbalé cayendo de bruces al suelo. Me apoyé con las manos, y solté por la boca todo lo que debí beber ayer; estoy hecho una mierda, pero debo salir de aquí.

Me levanté ayudándome con la pared, y miré un poco más detenidamente la cara de la joven para intentar recordar lo ocurrido anoche. Sigo sin acordarme de nada, lo único que recuerdos es salir de casa para tomar unas copas en el bar y, a partir de ahí, todo parece una película codificada.

Al abrir la puerta de la habitación me encontré con el pasillo de lo que parecía un sucio motel de carretera. Bajé por la escalera que da a la recepción, y en el mostrador vi a un chaval viendo la televisión. Pasé intentando que no me viese, lo cual conseguí. Ya en la calle traté de reconocer el lugar, y algo me sonaba, pero no muy bien. Caminé rápido, callejeando por el lugar hasta que logré situarme un poco. Caminando una media hora llegué a mi casa; entré y fui directo a la ducha a quitarme toda la mierda que tenía encima. Tras la ducha, me tomé un ibuprofeno para la resaca, me preparé un té doble, e intenté recopilar información de mi distorsionada memoria.

Los recuerdos seguían igual de borrosos, pero entre tanta oscura niebla pude ver la cara de la chica rubia del motel, estaba apoyada en la barra del bar con un precioso vestido rojo que destacaba entre todo el local, empecé a verme ir hacia ella con el único pensamiento de invitarla a una copa…pero al llegar ahí, todo vuelve a ser imbuido en un denso humo que lo tapa todo. Decidí volver a ir al bar esta noche para ver si recuerdo algo más, puede resultar estúpido volver al lugar en el que conocí a una chica a la que probablemente yo maté, ya la deben haber encontrado, y seguro que estarán investigando su muerte, pero seré yo el que muera como no consiga saber que ocurrió ayer por la noche.

Pasé un rato en la cama por la tarde intentando dormir un poco, pero me resultó imposible; tras esto comí un poco de pasta con salsa de tomate, y salí camino al bar de la noche anterior.

La calle del pueblo estaba desierta, como siempre solía estarlo. Camine deprisa ansioso por llegar al bar. Una parte de mí sabía que no todo sería igual, la chica rubia del vestido rojo no estaría allí, por desgracia; era muy guapa, aunque no recuerdo nada más de ella.

Al llegar a la puerta del bar, entré, y al ver todo el local, la niebla que ciega mis pensamientos se fue disipando un poco más…pero sólo un poco. Había poca gente, apenas un par de adolescentes jugando al billar, un señor viejo con bigote jugando en la máquina tragaperras, y una linda camarera atendiendo el negocio.
Me acerqué a la barra y pedí a la camarera que me pusiera un Gin Tonic. Le di un sorbo como esperando que fuera una pócima para la memoria…pero no, todo seguía igual. Quizá si seguía tragando ese amargo pero gratificante líquido conseguiría los efectos de tal pócima. Seguí bebiéndome la copa mientras miraba alrededor, buscando una salida de este laberinto de incertidumbre en el que estaba inmerso.

Con el paso de las horas, y de los Gin Tonic, fue llegando más gente al local, pero me fijé en una chica que entró cuando estaba pidiendo mi quinta copa. Con una larga melena morena, y un vestido negro bastante escotado, fue caminando hasta mi lado, llamó a la camarera y pidió una copa de ginebra con refresco de limón.

-¿Nunca la has bebido con tónica?- le pregunté.
-¿Perdona?- me contesto con una dulce voz y acento francés.
-La ginebra, si nunca la has probado con tónica.
-¿Qué pasa, se te ha borrado la memoria? Ayer mismo insististe en que lo probara.

Esa frase me descolocó, ¿La conocí ayer? Quizá ella sepa quién era la joven rubia, como mínimo sabrá que pasó el tiempo que estuve aquí.

-La verdad es que no me acuerdo de ti, no recuerdo nada de ayer desde que entré aquí.
-¿En serio? Y a Sarah, ¿Tampoco la recuerdas?
-¿La chica rubia del vestido rojo?
-Sí, claro. Hoy no la he visto en todo el día, y eso es raro, siempre venimos a este bar a trabajar.
-¿Trabajar?
-Sí, somos prostitutas, pero de alto nivel.

Así que la chica rubia del vestido rojo se llamaba Sarah, y era una puta francesa. Ya voy sacando más datos a la luz. Intentaré sacarle más información sobre Sarah.

-Ya voy recordando algo- le dije.
-¿Y no la has visto hoy?- me preguntó con preocupación.
-No, ahora voy recordando que después de estar en un motel, salimos y nos fuimos cada uno por nuestro lado.

Tengo que mentirle, no puedo contarle que me desperté junto al cadáver de su amiga Sarah, querría explicaciones, y seguro avisaría a la policía.

-Y Sarah ¿También es de Francia como tú?- le dije.
-Sí, vinimos a España hace algunos años para estudiar el idioma. Soñábamos con vivir aquí…pero al final acabamos así, aunque no nos quejamos, vivimos bien, y somos nosotras quienes elegimos a nuestros clientes- dijo soltando una carcajada.
-Bueno, conseguisteis vuestro objetivo de aprender la lengua y vivir aquí.
-Sí, eso sí llegamos a conseguirlo.

Se notaba la preocupación en su cara, y en parte me da pena no poder decirle que le paso a su amiga Sarah. Lo que está claro es que de ella no sacaré nada más, y no se me ocurre nada.

-Estoy preocupada por Sarah- dijo ella- no es normal que no la haya visto. ¿Le habrá ocurrido algo?
-No te preocupes, seguro que está bien. Hay días que todos necesitamos huir de la monotonía, quizá se haya tomado un día de descanso.
-No lo creo, ella no haría eso, seguro que me avisaría.

No podía seguir teniendo esta conversación, tenía que acabarla ya y volver a casa; el alcohol está haciendo su efecto, y aquí no sacaré nada más en claro.

-Bueno, debo irme- le dije- mañana entro a trabajar temprano, y ya se me está haciendo muy tarde. Espero que encuentres a Sarah, y que nos veamos en otra ocasión.
-Vale, que te vaya todo bien. Seguro que volveremos a vernos.

Salí del local, me abroché la chaqueta, y sentí algo golpearme la nuca con fuerza…acto seguido todo se volvió oscuridad.

Me desperté atado a una silla bastante incómoda, en un lugar de aspecto infrahumano, sin ventanas, e iluminado por una bombilla que parpadeaba más que alumbrar. Pensé en qué podría haber ocurrido, estaba claro que alguien me había golpeado por detrás y me había traído aquí…pero por qué. Seguramente sea por algo relacionado con la puta francesa. ¿Su amiga quizá? No se la veía tan agresiva.

Esperé allí sentando, intentando desatarme las manos, pero me resultaba imposible, la cuerda me estaba destrozando las muñecas, y los pies están inamovibles atados a las patas de la silla. A los pocos minutos de despertarme vi girar el pomo de la puerta y entrar a un hombre corpulento con cara de pocos amigos.

-¡Eh, qué coño haces!- le grité- por qué coño me has secuestrado, suéltame.
-Que cojones te voy a soltar- dijo con un voz bastante ronca- tenemos mucho de qué hablar tú y yo.
-¿Hablar? No creo que tengamos nada de lo que hablar, salvo de por qué carajo me has encerrado y atado en esta maloliente ratonera.

Al terminar esa frase, se acercó más a mí, y me dio una hostia en la cara. Vi por mi ojo izquierdo la sangre que corría desde mi ceja.

-Aquí las preguntas las hago yo- dijo él- así que será mejor que tengas la boca cerrada y la abras sólo para responderme.
-Serás cabrón. Púdrete en el infierno, maldito bastardo.

Como consecuencia de mi acertada frase, volvió a golpearme aún más fuerte en el mismo sitio. Grité por el dolor que me causó, pero no dudé en acordarme de su madre y su abuela en un contexto bastante despectivo…sí, a veces estaría mejor calladito, pero soy así, qué le voy a hacer.

-Tú no aprendes nunca o qué- me dijo con una sonrisita malévola destacando sobre su repugnante cara.

Le escupí en un ojo llenándoselo de saliva ensangrentada, y le dije:

-Sólo lo que me sirva y quiera aprender.
-Será mejor que aprendas esta lección, te ayudará bastante ahora y en el futuro…si es que lo tienes.

Se remangó las mangas de la camisa, y empezó a sacudirme una y otra vez. Comencé a darme cuenta de la lección, a base de golpes, como nos gusta a los humanos. No paró hasta que me volví a quedar inconsciente. Al volverme a despertar de nuevo vi sentada frente a mí a la amiga de Sarah, la otra prostituta francesa. Ya me imaginaba que ella estaría detrás de esto, aunque tenía mis dudas.

-¡Todo es cosa tuya!- le grité- suéltame.
-Cómo te voy a soltar, tú le has hecho algo a Sarah. ¡Dímelo! No quieras saber de lo que soy capaz de hacer.

Esto se estaba empezando a poner muy feo, y yo sin saber qué hacer, aunque tampoco sé con certeza que yo la matara, sólo sé que me desperté junto a ella así…aunque todo apunta a que sí la maté.

-Espera, espera- le dije- yo no le hice nada a Sarah.
-Pero sabes algo de ella que yo no sé.
-Bueno, algo sí.
-Pues dímelo, todo será más fácil.

Decírselo o no, qué hacer. Probablemente me culpe a mí de su muerte, pero no veo más salidas.

-Ayer me desperté en una habitación de un motel, junto al cuerpo sin vida de tu amiga Sarah. Fue apuñalada, o eso parecía según estaba la habitación.

Su cara cambió radicalmente. Extrañamente, le salió una sonrisita, y no paraba de repetir “no puede ser, no es verdad”

-Tranquila- le dije.
-Cómo voy a estar tranquila, mi mejor amiga está muerta, o mejor dicho, ha sido asesinada.

Me miró fijamente a los ojos, y con una expresión en la cara de odio y resentimiento dijo:

-Por suerte tengo aquí a su asesino.
-No, yo no la mate, sólo me desperté allí junto a ella, nada prueba que la haya matado.
-Precisamente todo apunta hacia ti. Vas a ver qué puede hacer una francesa llena de ganas de vengar a su amiga.
-Sí, apunta hacia mí, pero estoy seguro que no la maté, yo no soy así.

Pensándolo mejor, nunca antes me fui con una puta a un motel de mala muerte, y hoy me he despertado con una, y muerta.

-Yo lo único que sé es, que tú te fuiste del bar con ella y que te despertaste junto a su cadáver. No veo nada que me lleve a pensar que no la mataras. Tranquilo, no te voy a matar aun, pero vas a desear morir.

La verdad que su tono de voz, su cara, y el brillo que tenía en sus ojos, me estaban acojonando bastante. 
Me veía ya bastante jodido.

-Quién coño sois- le dije- una mafia o qué. Ninguna persona en su sano juicio haría lo que estás haciendo, aunque sea tu amiga.
-Te voy a enseñar cuál es mi concepto de amistad. Deja de suplicar por tu vida maldito cabrón.
-No suplico, sólo intento explicarte que no está seguro que fuera yo quien la matara.

De hecho, sí que estaba suplicando, pero sin usar la frase “te lo suplico”. Será mejor que me prepare para lo que tenga que venir y lo acepte, no veo a esta zorra con ganas de cambiar de opinión.

-Espera un segundito aquí- me dijo en un tono amable pero que daba miedo- aunque ya sé que no te marcharás de la fiesta tan pronto. Voy a coger el maletín de juegos para pasárnoslo muy bien.

De verdad que esta tía está zumbada de la cabeza, tengo que salir de aquí cuanto antes, aunque lo veo totalmente imposible estando maniatado en esta incómoda silla. A los poco minutos volvió sujetando un maletín negro.

-Ya estoy aquí- dijo al entrar.

Puso el maletín en una pequeña mesita cercana a la puerta, y lo abrió. Estaba lleno de artilugios que no tenían buena pinta.

-Vamos a divertirnos un rato- dijo sacando una especie de látigo del maletín- ¿Te gusta? Es de mis favoritos.

El látigo tenía la punta llena de lo que parecía ser pequeñas puntas de aguja, eso tiene que doler bastante.
Se puso tras de mí, y a la vez que soltaba un grito me dio el primer latigazo. Yo también solté un grito de dolor que debió escucharse bastante lejos…si es que alguien podía oírme, que lo dudo. La puta siguió dándome golpes con su querido látigo, mientras yo no paraba de gritar de dolor y acordarme de todos y cada uno de sus familiares, ya estuvieran vivos o muertos.

-¿¡Qué, te gusta!?- me gritó- espero que aguantes un rato, quiero probar algún juguetito más contigo.

Noté la sangre correr por mi espalda, y veía caer delante de mí gotas de sangre que se desprendían del látigo. Cada latigazo que me arreaba hacía que la vista se me fuera nublando más y más, hasta que volví a quedarme sin sentido. En serio, esto no puede ser bueno, ya van tres veces hoy.

Cuando recuperé la consciencia, ya no estaba atado a esa asquerosa silla, me encontraba tumbado bocabajo en una cama. Notaba un escozor y frío por mi espalda, giré la cabeza, y vi a la amiga de Sarah, curándome las heridas. Estaba alucinando o qué. Hace un rato estaba torturándome, y ahora curando los cortes que ella misma me provocó.

-¿Ya estás despierto?- me dijo con una voz más afable que las otras veces.
-Sí, qué haces curándome, tú misma me hiciste eso, tienes un trastorno mental o qué.
-Lo siento, ya sabemos quién mato a Sarah, y no fuiste tú.
-Lo sabía, te dije que yo no podría hacerle eso a alguien.
-Ya, pero entiéndeme tú a mí, parecía que fuiste tú.
-Sí, ahí te doy la razón, parecía hasta preparado.
-No lo parecía, lo estaba.
-¿Qué? No entiendo nada, ¿Alguien me había tendido una trampa?
-Te cogió por medio, mal momento, y mal lugar. Un antiguo cliente de Sarah, que se enganchó a ella, y no comprendía cuál era su trabajo, os siguió esa noche hasta el motel. Esperó a que os quedarais dormidos, entró, y os dejó aún más dormidos gracias al cloroformo. Luego…ya viste lo que le hizo a Sarah.

-¿Y cómo lo supiste?
-Uno de los hombres que nos protegen…
-¿El primero que vino a saludarme?- pregunté cortando su frase.
-No, él se enteró al mismo tiempo que yo. Pues como te decía, uno de nuestros hombres recordó a ese tipo, e investigó un poco al indeseable ese. Siguiendo sus últimos pasos supo que estuvo en el motel, lo capturó, “jugó” un poco con él, y acabó cantando como un ruiseñor.
-¡Qué hijo de puta!

Deseé coger al tipo ese y destrozarlo por haberme metido en este embrollo sin comerlo ni beberlo.

-¿Dónde está el mierda ese?
-¿Qué pasa, te quieres vengar? Si quieres puedes ser tú quién acabe con su vida, lo veo bien, en parte la culpa de todo lo que has pasado es suya, y mereces tu venganza.

Pensé en el hecho de vengarme, y me pareció delicioso. Me dolía bastante la espalda, pero me quedaban fuerzas para levantarme e ir a tomarme ese dulce postre.

-Sí, tengo que sacar el odio que llevo dentro. ¿Dónde está?
-¿Puedes levantarte?
-Sí, no te preocupes, aguantaré.
-Pues sígueme, está en otra sala.
-Será tan bonita como la que me disteis a mí, ¿no?
-No lo dudes- dijo soltando una carcajada.

Caminamos unos cuantos metros cuando vimos a un tipo algo ensangrentado corriendo como si le fuera la vida en ello.

-¡Es él!- exclamó la amiga de Sarah.
-Joder, y cómo se os escapa.
-Toma- dijo dándome una pistola- no puede escapar, ve por el otro pasillo.

Joder, un arma, nunca antes cogí una, y mucho menos la disparé. No podía pensármelo mucho, debía actuar.

-Vale, lo cogeré por aquí- dije mientras corría hacía el pasillo.
-Recuerda, que no escape.

Corrí todo lo rápido que me lo permitían mis heridas, que no era mucho, pero con el único objetivo de reventarle la cabeza a ese cabrón, no por matar a Sarah, que la verdad es que no me acuerdo de ella, más bien por haberme jodido de esta forma. No podía entender cómo podía matar a alguien y quedarse tan tranquilo, y encima culpar a otro de lo que hizo él.

El tío ese parecía haberse esfumado, pero al cruzar una esquina me lo encontré de frente. No dude ni una milésima de segundo en darle un puñetazo en toda su cara. Lo tumbé del golpe, y le apunté con la pistola a la cabeza.

-¿Por qué coño me querías cargar el muerto cabrón? ¿Sabes lo que he pasado aquí?
-Me hago la idea- dijo con un voz temblorosa- a mí también me han hecho mucho daño. No me mates, por favor.
-¿Qué, que no te mate? Me has jodido mucho, y ni siquiera me conocías. ¿Dormiste bien por la noche, puto sádico?
-Entiéndeme, necesitaba a alguien para pagar el pato, y tú estabas ahí.
-Hoy todos me piden que los comprenda, pero ¿Y a mí? Quién me comprende. Yo estaba allí, tú estás aquí. No le veo diferencia. Prepárate cabrón para dormir eternamente.

-¿Y tú?
-Yo qué.
-¿Dormirás bien por la noche cuando hagas esto?

El muy mamón tenía razón. ¿Dormiría bien convirtiéndome en alguien como él? Yo creo que no. La ira me estaba cegando, yo no soy así, ya se lo dije a la puta francesa, y lo mantengo. Si hiciera esto me convertiría en un ser despreciable, como este imbécil.

-Levanta- le dije- no te voy a matar, no quiero ser un ser tan bajo como tú.

Él se levantó, me miró, y me dijo:

-Las circunstancias, amigo, las circunstancias…

Antes de que acabara su frase, una bala le atravesó la cabeza, salpicándome la cara. Miré atrás y estaba la puta francesa.

-¿Qué has hecho?- le pregunté.
-Darle su merecido, ¿Ibas a dejarlo marchar?
-Estáis todos locos.
-¿Locos? Hace un momento tú mismo querías matarlo.
-Sí, pero me he dado cuenta de una cosa. Eso no me iba a traer ni una pizca de felicidad, ni me iba a curar las heridas que tú me causaste. ¿Debería matarte a ti también?
-No, sólo digo que…
-¡Calla, no digas nada¡ bueno sí, dime como salgo de este manicomio. No quiero saber nada de todo lo ocurrido, nunca nos hemos visto, nunca nos conocimos, ¿entendido?
-Vale- dijo con una voz que parecía avergonzada- Sígueme.
-Pero antes de irme, necesito lavarme la cara, y algo de ropa. No puedo salir con lo que llevo, está bastante manchado de sangre.

La puta francesa me dijo que esperase en el baño, donde me podría lavar la cara. Fui allí, y me quité las manchas de sangre que abarcaban toda mi cara y parte de mi pelo. Al poco tiempo apareció la puta francesa con algo de ropa.

-Toma- me dijo entregándome la ropa.
-Gracias- le dije- ¿Podrías salir mientras me cambio?
-Sí, sí, perdona.

Me cambié de ropa, salí del baño, y le pedí que me sacara de este lugar.

La seguí por los pasillos, y en menos de cinco minutos ya estaba fuera, en la calle. Sin decirle nada me marché de allí rumbo a mi casa, para intentar olvidar la pesadilla que pasé.

Al no tener ni un céntimo, tuve que caminar hasta mi casa. Debí haberle pedido algo para un taxi, que mínimo. Tras una larga caminata, logré llegar al paraíso de la tranquilidad, mi casa, que comparada con el sitio del que acabo de llegar, es un remanso de paz. Ahora sólo me queda tumbarme en la cama para conciliar sueño, sabiendo que no me despertaré en una apestosa habitación de motel junto al cadáver de una prostituta francesa llamada Sarah.

Embutido en mis calentitas sábanas, me quedé dormido bastante rápido, poniendo fin a este día de locos que he pasado. Cualquier pesadilla que sueñe será mejor que vivirla al despertar.

lunes, 15 de abril de 2013

El mayor tesoro ©

Aquí os dejo este relato recién parido, sólo para la página ^_^ Espero que disfrutéis leyéndolo tanto como yo escribiéndolo.

El mayor tesoro

Por R.R.Almeida

Hace muchos años, cuando los aventureros se jugaban la vida para alcanzar tesoros y colmarse de riquezas, Jack, un joven explorador, estaba tras la pista del mayor tesoro de todos los tiempos. Junto a él iba Daniel, otro joven, pero experimentado aventurero ávido de aventuras y tesoros. No se llevaban muy bien, pero el objetivo final, el tesoro, era más importante que sus diferencias.

Tras varias semanas trabajando juntos, encontraron información de la posible localización del tesoro, aquel del que se escuchan tantas historias y se decía que era el mayor de todos los tesoros.

Se enteraron que podría estar ubicado en una pequeña, pero peligrosa isla, que no se encontraba a mucha distancia de donde se encontraban los jóvenes aventureros.

Jack y Daniel eran muy distintos, sólo se parecían en las ganas de conseguir riquezas.

Sabiendo su destino, sólo le quedaba ponerse en marcha hacia la isla maldita de la que nadie volvió jamás.

Tuvieron algunos problemas para encontrar un capitán de barco dispuesto a llevarles a esa isla, por miedo a las tenebrosas historias que contaban sobre ella. Tras una buena cantidad de dinero, un viejo capitán se ofreció para llevarles a su destino, pero sólo hasta las cercanías de la isla, desde allí irían en un bote que les proveería el viejo capitán.

No tardaron mucho en llegar allí. Desembarcaron del barco para embarcarse en el pequeño bote. Remaron con fuerza, luchando contra las imprevisibles olas que intentaban volcar el bote. Una vez en la isla, arrastraron el bote a la orilla y lo ataron a una palmera cercana.

La isla no era muy grande, con una vegetación extensa, y una gran torre liderando el centro.

Según la información de la que disponían Jack y Daniel, el tesoro se encontraba en las profundidades de la torre.

Sirviéndose de sus machetes se abrieron paso hacia la torre. Al llegar vieron una gran puerta, desde la cual se llegaba a un patio con dos pequeñas puertas.

Según las instrucciones que debían seguir, tendrían que entrar cada uno por una puerta, para así poder abrir el camino que les conduciría al interior de la torre.

Cada uno entró por una puerta, accediendo a una pequeña sala con únicamente una palanca en ella. A la derecha de Jack y la izquierda de Daniel había un hueco por el que se podían ver y hablar.

-¿Estás preparado?- preguntó Jack.
-Sí, Jack. Contemos hasta tres.

Contaron, y al llegar a tres jalaron de la palanca. Frente a ellos se abrió el muro dando paso a una escalera imbuida en la oscuridad.

-Bien, conseguido- dijo Daniel.
-Sí, ahora bajemos. Espero que tengamos suerte.
-La suerte es para los débiles.
-La suerte, si la poseemos, nos ayudará.

Siempre andaban llevándose la contraria por cualquier tema que surgiera.

La torre se basaba en ir descendiendo, cada uno por un camino diferente, hasta lo más profundo. Deberían ayudarse mutuamente para alcanzar tal fin.

Los primero pisos de la torre no resultaron muy complicados; un par de palancas más, alguna adivinanza sencilla, y poco más. Lo realmente difícil fue cuando llevaban ya unas horas bajando, se encontraban en una sala, como todas las anteriores, pequeña y con el hueco para verse.

-Esto parece inacabable- comento Daniel.
-Cierto. Esta prueba parece algo más que pulsar palancas y pensar un poco.
-Sí. Hay un cuenco y algo escrito en la pared.

En la pared se podía leer "Si el camino queréis continuar, una parte de vuestra vida debéis entregar"

-¿Qué podrá significar?- preguntó Jack.
-Está claro. Nuestra vida es la sangre.
-¿La sangre? No lo creo.
-Siempre estás igual. ¿No podemos llevarnos bien?
-Tú siempre crees que tienes razón.
-Algunas veces me equivoco, pero esta no.
-Vale, probemos.

Ambos sacaron el puñal que llevaban, y se hicieron un pequeño corte en uno de los dedos, dejando así caer unas gotas de sangre en el cuenco que tenían frente a ellos.

-Ves, no pasa nada- dijo Jack.
-Esperemos a ver.

A los pocos segundos se abrió el muro como en los otros pisos.

-¡Tenía razón!- dijo Daniel.
-Pura suerte.
-No es suerte, es lógica.

Jack siguió bajando como si no hubiera escuchado a Daniel.

-Siempre igual- dijo Daniel bajando también al piso siguiente.

En el siguiente piso no había nada salvo el hueco por el que se podían ver.

-Y aquí qué tendremos que hacer- dijo Daniel.
-Dar sangre seguro que no...
-¡ Cállate y piensa!
-¡Piensa tú! Yo voy a hacer lo único que se me ocurre.

Jack cogió su maza y comenzó a golpear la pared con todas sus fuerzas.

-¡Qué haces!- le gritó Daniel a Jack.
-¿Destrozar este muro! No hay nada más que podamos hacer. ¿No es lo más lógico? Ayúdarme es lo que tienes que hacer.
-...está bien.

Daniel sacó su maza e imitó a Jack en su intento por echar abajo el muro.

-¡Espera!- dijo Daniel, llevas razón, en parte.

Jack paró de golpear el muro y atendió a lo que le estaba diciendo Daniel.

-Debemos golpear el muro, pues no nos quedan más opciones, pero viendo como hemos ido descendiendo por la torre, creo que deberíamos golpear la pared al mismo tiempo.
-¡Sí, creo que llevas razón!

Contaron hasta tres y golpearon al unísono el muro lo más fuerte que pudieron.

-Mira, Daniel, se está abriendo-dijo Jack- llevabas razón.
-Y tú, amigo.

Cuando Daniel dijo la palabra "amigo" se quedaron mirándose un segundo que les pareció eterno y bajaron al siguiente piso. Nunca antes se habían llamado así, nunca se les ocurrió ser algo mas que simples compañeros movidos por el afán de conseguir más riquezas de las que podían imaginar. Tanto tiempo en la torre, necesitándose para continuar el camino, los estaba ascendiendo a amigos.

Cada vez las pruebas eran más complicadas, pero trabajando codo a codo iban superándolas. Tras muchas horas bajando pisos a través de las repetitivas habitaciones, llegaron a una sala un poco más grande y sin hueco para que se pudieran ver. Cuando cada uno estuvo en su habitación, las puertas por las que acaban de entrar se cerraron. Ambos estaban nerviosos, no sabían que podría ocurrir. En la pared, como de la nada, comenzó a aparecer algo escrito. En las dos habitaciones pasaba lo mismo exactamente. Lo que se podía leer era:

"Has llegado hasta el final,
y seguro que a por el tesoro quieres continuar,
sólo una cosa debes hacer,
y no es más que un compañero perder.
Pulsa la palanca derecha y verás
cómo tu compañero muere y tú ganarás
si prefieres rehusar
pulsa la izquierda y perderás"

No sabían que hacer. El tesoro es todo lo que habían deseado, llevaban muchísimas horas sin dormir, todo por el mayor tesoro de todos. Ambos pensaban en que podría hacer el otro. Ya se habían convertido en amigos, algo que no abundaba. Como si por el hueco hubieran contado, pulsaron la palanca izquierda a la vez temiéndose lo peor. Para su sorpresa la puerta a la habitación siguiente se abrió.

Al pasar, se reencontraron juntos en una gran sala circular. En el centro de esta, alumbrada por la luz proveniente del lejano techo, un gran cofre.

-¿Qué palanca moviste?- preguntó Jack a Daniel.
-La izquierda. Me di cuenta que no quiero perderte por un tesoro. Eres mi amigo.
-Yo hice lo mismo.

Ansiosos por ver su tesoro, el mayor de todos, abrieron el cofre juntos para encontrar una simple nota en la que decía.

"Si habéis llegado hasta aquí es por que ya tenéis vuestro tesoro, mirad a vuestro lado y lo veréis. Es la amistad. Habéis ganado un amigo, y ese es el mayor tesoro que jamás podréis encontrar"

Jack y Daniel se miraron y rompieron a reír  La verdad es que sí, encontraron la amistad, y ambos decidieron en la última sala que no querrían perder al otro. Juntos, y con su gran premio, salieron de la torre y disfrutaron de su tesoro, un amigo. Esto les llevó a trabajar juntos en otras expediciones sabiendo que tenían alguien en quien confiar.

R.R.Almeida

jueves, 4 de abril de 2013

Adicción ©

Tras varios días ausente por estar trabajando en un relato para el "VII Premio Luís Adaro de relato corto" vuelvo para publicar y recordar mi microrrelato "Adicción" con el que quedé ganador del Certamen "La voz y la palabra" en la categoría de Microrrelato. Disfruten.

Aquí pueden ver la lista de ganadores del certamen. http://www.universolamaga.com/ganadores-lavozylapalabra


“Adicción”
La adicción que me crea es tal, que ya no puedo dejarla. Nunca jamás pensé en llegar a este punto.
Cuando veía a otras personas que estaban en mi misma situación, nunca se me ocurrió acabar igual.
La atracción que me mueve es tan desmesurada, que durante todo el día ocupa íntegramente mis pensamientos.
Me hubiera gustado encerrarme en una habitación, y no parar de deleitarme de su atrayente olor, su extraordinario sabor, y su tranquilizador efecto sobre mí; me quitaba todos los problemas.
Aunque a veces no es tanta la felicidad, prefiero seguir así. La calma que consigo con su sola presencia es incomparable a cualquier otra situación que haya vivido antes.
Mucha gente me indicó que no siguiera por ese camino, que no era mi mejor opción, pero no me importó, no les escuché…estaba comenzando a atraerme con su sutil canto de sirena.
Aún hoy recuerdo con nostalgia el primer día que supe de ella y probé su agradable y subyugante sabor. Me gustó tanto que al día siguiente fui a buscar más de lo mismo, y tras unos indelebles fines de semana, me convertí en su más leal esbirro; sería capaz de lo que fuera con tal de no separarme de ella.
Mi vida se ha convertido en una desdichada pendiente cuando no la tengo, y en una satisfacción inconcebible para cualquier ser humano al sentirla por todo mi cuerpo.
Son muchos años ya los que llevo a su lado, y sí, también he pasado por malos momentos en las frías noches que no la tenía, tantas malas sensaciones que recorrían mi ser con el único pensamiento de su inconfundible aroma y su inolvidable imagen grabada a fuego en mi desquiciada cabeza, pero la satisfacción personal que he acumulado a lo largo de mi extensa vida, con su ayuda para superar cualquier problema, no la cambiaría por nada conocido.
Muchos en mi situación dirían todo lo contrarío, querrían volver atrás y cambiar sus actos pasados para modificar su presente…sus vidas no fueron tan fructíferas como la mía, y no en lo material, sino en lo esencial, en felicidad.
Tumbado en la cama del hospital esperando el final de mis días, sigo teniéndola a mi lado…y no hay nada que me importe más en este momento. Por todo esto estoy orgulloso de decir, que cincuenta y tres años después de probar sus dulces labios, el amor que profeso a mi mujer es más adictivo que cualquier droga.
R.R.Almeida.