sábado, 14 de diciembre de 2013

Sombras nocturnas © (Primer capítulo)

He decidido compartir con todos vosotros el primer capítulo de mi primera novela acabada hace ya un par de años.

Se titula "Sombras nocturnas" y cuenta la historia de Kurt, un joven policía de la Alemania Nazi de Hitler, que no puede soportar más lo que el Führer está haciendo con Alemania y gran parte de su población.

Espero que disfrutéis leyendo este primer capítulo titulado "Cambios drásticos"


"Sombras nocturnas" 

Por R.R.Almeida

1. Cambios Drásticos



En la oscura época nazi de Alemania, un joven policía de veintisiete años llamado Kurt Werstein, iba de patrulla por las calles de Berlín, junto a dos compañeros, Albert y Martin, cuando vieron una joven.
-Chicos, mirad que camina por ahí, es una cerda judía- dijo Martin.
-Paradla y subámosla, vamos a divertirnos un rato- dijo Albert.
Kurt permanecía callado, pues aun siendo policía, no estaba muy de acuerdo con la política del Führer, pero claro, no podía sacarlas a la luz…le costaría la vida, o algo peor.
-Eh tú, ven aquí- dijo Martin.
-Yo no he hecho nada, señor- dijo la joven.
-Eres judía verdad, con eso ya has hecho bastante, maldita cerda- dijo Albert.
La metieron en la parte trasera del vehículo, condujeron un poco más adelante y giraron hacia un callejón. Allí aparcaron; Albert y Martin salieron del vehículo.
Albert sacaba a la joven agarrada del brazo, la tiró al suelo y dijo mientras se bajaba los pantalones:
-Vamos, cerda judía, haz lo que tú sabes.
La joven, tirada en el suelo y llorando, decía:
-Señor, yo no he hecho nada.
No paraba de repetir la misma frase, se notaba que estaba muy asustada; los dos policías, Albert y Martin, agarraron a la joven,  y mientras uno la sujetaba y golpeaba para que se estuviera quieta, el otro la violaba brutalmente; primero Albert y después Martin. No pararon de darle golpes hasta que la joven estaba casi inconsciente.
Cuando terminaron, vieron a Kurt que estaba sentado en el coche, y Albert le preguntó:
-¿Qué pasa, no quieres divertirte un rato? Tú siempre igual.
Kurt sólo pensaba en lo que sus compañeros acababan de hacer, que no era la primera vez. Él no estaba de acuerdo con ese tipo de cosas, pero era incapaz de hacer nada.
Albert al ver que Kurt no contestaba, le dijo a Martin:
-Y ahora ¿Qué hacemos con esta cerda judía?, ha quedado peor de lo que pensaba.
-Ya no sirve de nada- respondió Martin- pégale un tiro y dejémosla ahí tirada, a nadie le importa una judía muerta, además, le haremos un favor.
-No, no vale ni el metal del que está hecha la bala, será más barato cortarle el cuello como una cerda que es- dijo Albert.
La joven, agotada en el suelo, casi sin aliento y apunto de desmayarse  por los golpes que recibió mientras la violaban, intentaba decir algo. Con una voz casi apagada de la que sólo se entendía una frase, “No he hecho nada”. Albert cogió un cuchillo del coche, se acercó a la joven, la agarró por el pelo y tiró hacia atrás la cabeza, puso la punta del cuchillo en el cuello de la joven y mientras le fue cortando poco a poco, le susurró al oído:
-Púdrete en el infierno, cerda judía.
Soltó a la chica que cayó desplomada en el suelo, sangrando y dejando su vida en ese oscuro y frío callejón.
-Listo, ya podemos irnos- dijo Albert.
-¿Quieres un cigarro, Albert?- preguntó Martin.
-Sí, es justo lo que necesito ahora, pero primero déjame limpiar la sangre del cuchillo y de las manos- respondió Albert.
Albert y Martin se encendieron un cigarro y subieron al coche. Albert arrancó el coche y fueron saliendo del callejón.
Mientras, Kurt echaba una mirada hacia atrás para ver a la joven, muerta, semidesnuda, y en un charco de sangre.
Cuando Kurt volvió a su casa, en la que vivía solo desde que su mujer desapareció unos meses atrás. Estaba muy enfadado consigo mismo por la impotencia que le entró esa tarde en el callejón con sus compañeros, Albert y Martin; pensó que debió hacer algo.
Desde que el Führer llegó al poder, la policía ya no se dedicaba a ayudar, eran como los perros de la Gestapo, todo el día buscando imprentas ilegales de propaganda contra el partido nazi, deteniendo a gente inocente que su único delito era ser de una religión o un color distinto, y todo para llevar a cabo el enfermizo deseo de Hitler de eliminar a todos los que él consideraba que eran de una raza inferior.
Kurt se hizo algo de comer, se duchó y se fue a la cama. Tumbado en ella no paraba de pensar en esa tarde, en esa joven de la que ni sabía el nombre, y en lo desalmados y despiadados que eran sus compañeros y la gran mayoría de la policía que conocía.
-No puedo permitirlo más- pensó Kurt- pero, ¿Qué hago?, ¿Cómo reaccionar ante esos dos malnacidos?. Si les digo que no lo hagan me dirán que sólo son judías y que no valen nada, que a nadie les importa. Pero esas personas también tienen familia, y no creo que sean seres inferiores. Lo que tengo claro es que no me quedaré quieto la próxima vez, mi conciencia no me lo permitiría. Pensaré algo por si llega la ocasión…que llegará.
Entre tanto pensamiento se quedó dormido.
A la mañana siguiente se despertó tarde. Andaba aún adormilado, así que se fue a la ducha para despejarse un poco; después desayunó y se puso el uniforme.
Salió de su casa aún dándole vueltas a la cabeza, tenía la imagen de la joven ensangrentada y tirada en el suelo, grabada en el cerebro a fuego.
Caminó a la comisaria, que ya llegaba tarde, y en la entrada se encontró a Albert y Martin que estaban subiendo al coche.
-¡Kurt! Vamos joder, ya nos preguntábamos dónde estabas- dijo Martin.
-Perdón, me quedé un poco dormido, ayer no descansé muy bien.
-Venga monta, tenemos que registrar una casa, el vecino avisó que anoche se vio mucho movimiento- dijo Albert.
Por el camino comenzaron a hablar:
-A ver qué nos encontramos- comentó Martin.
-Puede no ser nada- dijo Kurt- últimamente hay muchas denuncias por cualquier motivo.
-¿Cómo que no será nada?- dijo Albert- si por la noche está entrando y saliendo gente; puede ser una imprenta o quizás planean un atentado.
-Seguro que es un burdel lleno de putas- añadió Martin.
-Sí, estaría bien que fuera un burdel- dijo Albert riendo- así podremos “comisar” algo de mercancía para probarla y divertirnos un rato.
-Sea lo que sea ya lo veremos- dijo Kurt- y de ser así nuestro deber es llevarlas a comisaría.
-Joder, ¿Nunca te quieres divertir o qué?- le replicó Albert- Nuestro deber es proteger al pueblo alemán de basuras como esas, y si de paso nos divertimos, pues mejor.
-Bueno, tranquilos- dijo Martin- ahora veremos qué nos encontramos, no vale de nada divagar.
Kurt, cada vez más enfadado con sus compañeros y con la política que se vivía en Alemania, con la que no estaba nada de acuerdo, pensaba que ojalá no fuera nada, ni un burdel ni nada parecido, ya que escuchando a Albert sabía que haría algo, y él no lo permitiría, aún no sabía cómo, pero no lo permitiría más; el resto del camino, que no fue muy largo, se mantuvieron callados con una tensión que parecía estar a punto de estallar.
Aparcaron delante de la puerta, bajaron y se acercaron a la puerta; Albert llamó con tres golpes a la puerta y dijo:
-¡Policía, abran la puerta!
A los pocos segundos abrió la puerta una joven judía.
-Venimos a hacer un registro- dijo Albert mientras apartaba a la chica con el brazo y entraba en la casa.
-Yo no he hecho nada señor- dijo la joven.
En ese momento, cuando escuchó esa frase, Kurt recordó a la chica que sus compañeros violaron y mataron el día anterior.
-Aquí somos nosotros quienes decidiremos eso- dijo Albert.
-Yo miraré arriba- dijo Martin.
-Vale, yo miraré por aquí. Kurt, tú ve por esa escalera que parecen llevar al sótano- dijo Albert.
-Vale- dijo Kurt- bajaré a echar un vistazo y subo.
Kurt fue a la escalera y pulsó el interruptor de la luz, pero no se encendió.
-¿No funciona la luz aquí?- pregunto Kurt a la joven.
-No, señor- respondió ella.
-Usaré la linterna que está en el coche.
Kurt fue al coche a por la linterna y volvió a la escalera. Encendió la linterna y comenzó a bajar. El sótano era grande, y con la luz de la linterna no podía apreciar todo, así que decidió inspeccionar de cerca lo que allí se encontraba. Había muchas cajas de madera y cartón llenas de polvo y telarañas, una pequeña mesa con un par de sillas viejas, unas mantas en el suelo con pinta de ser usadas para dormir, y un plato junto a un vaso, ambos sucios y cerca de las mantas. Kurt pensó que escondían a alguien allí, esas mantas, el plato y el vaso, era muy sospechoso, pero no había nadie. Se decidió a subir la escalera, cuando escuchó un ruido como de dos rocas rozándose, apuntó con la linterna y la pistola hacia donde provenía el ruido y dijo:
-Policía, ¿Hay alguien ahí?
No se escuchó nada, sólo se veía unas cajas de cartón. Se acercó lentamente y las apartó, había una pequeña pintura con forma de pergamino, y pintados en relieve los números del cero al nueve, los símbolos de sumar y restar, dos triángulos, una calavera y una hoz. Kurt pasó la mano por encima y notó que se podían pulsar, como si fueran unos botones…le resultó extraño, pero al no ver a nadie, se dirigió a subir las escaleras y omitir esa información a sus compañeros.
Al subir vio a Albert sentado en una silla y a la chica de pie.
-¿Algo por abajo, Kurt?- preguntó Albert.
-Nada, sólo cajas- respondió Kurt.
Kurt no pensaba decir nada de las mantas, ni del plato y el vaso. Desde esa mañana había perdido el poco respeto que le quedaba hacia la policía, y hacia sus dos compañeros, que no eran otra cosa que dos sucios asesinos.
-Esperemos a Martin- dijo Albert- yo he estado hablando con esta judía, pero no quiere decir nada, habrá que interrogarla más a fondo en una de esas habitaciones de ahí.
-Yo lo haré- dijo Kurt- Vamos, ven conmigo a la habitación.
Kurt no pensaba dejar a solas a esa chica con ninguno de sus compañeros…no podía guardar más víctimas inocentes en su memoria
-¿Te quieres divertir hoy?- preguntó Albert- Está bien, ayer nos divertimos nosotros.
Kurt cogió por el brazo a la chica y la llevó a la habitación.
-Yo subo a ver a Martin- dijo Albert- que está tardando mucho.
Kurt y la chica entraron en la habitación amueblada por una cama y una pequeña mesita.
-Siéntate- dijo Kurt- no te preocupes, no te voy a hacer nada.
-Aquí no hacemos nada malo, señor- dijo la chica.
-Bueno, primero dime tu nombre- dijo Kurt.
-Lilia.
-Bonito nombre. Bueno, Lilia, abajo he visto unas mantas, puesta a modo de colchón ¿Estás escondiendo a alguien?
-No, señor.
-Ya, bueno, lo creas o no, intento ayudarte ¿Hay alguien más en la casa?
Kurt quería saber si había alguien más en casa para evitar que le hicieran lo mismo que a la pobre chica del día anterior.
-No, ahora estoy sola, mi hermano está trabajando en la fábrica.
-¿Y no escondéis nada?
-No, señor, ya se lo he dicho.
-¿Y la gente que entra de noche y sale antes del amanecer? Dímelo, de verdad, sólo intento ayudarte, cualquiera de esos dos de ahí fuera no insistiría tanto, y si hay alguien más en esta casa y ellos lo encuentran…lo va a pasar muy mal.
-Perdone, señor, pero sería la primera vez que la policía me ayude…a mí, una judía.
-No soy como los demás policías, no estoy de acuerdo con la política de Hitler…en serio, sólo quiero ayudarte.
-Sí, se nota que no eres como los demás…o quizás me estás diciendo todo eso para que confíe en ti. La policía mató a mis padres como si fueran unas sucias ratas, ¿Cómo puedo confiar en ella?
-Lo siento, te comprendo, pero no todos somos iguales.
-Habrá que verlo.
De repente se escuchó un disparo en el piso de arriba.
-¡¿Qué fue eso?! Espérate aquí- dijo Kurt.
Salió de la habitación, la cerró desde fuera con la silla en la que antes estaba sentado Albert, y empezó a subir la escalera lentamente con la pistola en la mano cuando se escuchó otro disparo. Se apresuró a ir adonde provenía el disparo y se encontró a Martin en el suelo con los pantalones bajados y sangrando por la entrepierna; en el suelo, yacía una joven que parecía muerta por un tiro en la cara, y a Albert de pie, con la pistola en la mano, apuntando a su compañero Martin a la cabeza.
-¡Qué ha pasado aquí!- dijo Kurt.
-La cerda esa- dijo Albert con cara de odio- le ha pegado un mordisco y le ha arrancado la polla, yo al verlo, saqué la pistola y le pegué un tiro, poco después otro para rematarla.
-Y ¿Por qué apuntas a Martin?- preguntó Kurt.
-Antes de desmayarse me dijo que así no se merece vivir, sólo le voy a hacer un favor- respondió Albert.
Apretó el gatillo y la sangre de Martin salpicó a ambos.
-Y ahora voy a ver a la otra puta judía, ¿Está en la habitación donde entraste?- preguntó Albert a Kurt.
Kurt, que estaba paralizado después de ver a Albert disparar a Martin, la chica muerta, y toda la sangre salpicarle la cara, no pudo ni decir palabra.
-Tú como siempre, con esa cara de idiota y más callado que una puta judía, ¡Aprende ya de qué va esto!- dijo Albert.
Apartó a Kurt con el brazo, salió y fue bajando la escalera. Kurt reaccionó y fue rápido tras Albert.
-Ven aquí, puta, tú vas a pagar todo lo ocurrido- dijo Albert a Lilia.
-No me mate, no quiero morir- dijo Lilia.
-No te preocupes por eso, preocúpate por lo que te ocurrirá antes de que te mate- dijo Albert.
Albert golpeó a Lilia en la cara con un golpe fuerte y ella cayó en la cama. Albert se empezó a quitar la correa de los pantalones, y en ese momento Kurt apareció por detrás con un cuchillo en la mano y rápidamente agarro la cabeza de Albert por detrás y le cortó el cuello a la vez que le dijo:
-Eres tú el que vale menos que el metal de una bala.
La sangre salpicó a Lilia, que estaba en la cama mirando la cara de Kurt que parecía llena de ira y odio.
-Te creo- dijo Lilia mientras se limpiaba la sangre con la sábana.
-¿Cómo?- preguntó Kurt limpiando el cuchillo también en la sábana.
-Que creo que no eres como los otros policías, ninguno mataría a su compañero por salvar a una judía. Gracias.
-No es nada, es lo que debía hacer, como ya te dije no estoy de acuerdo con estos métodos y mi conciencia no me lo permitiría, antes que judía eres humana.
-¿Y arriba que pasó? Estaba Sara, una amiga que íbamos a esconder esta noche, la acusaban de prostituta.
-El otro policía la quiso violar, y bueno, digamos que lo dejó impedido de por vida- dijo Kurt riéndose ligeramente- luego este de aquí le pegó un tiro a mi otro compañero, el cual no quería vivir así.
-Pobre Sara, no merecía morir, como todas las demás personas que han ido cayendo durante este tiempo.
-Los vecinos quizá escucharon los disparos y avisaron a una patrulla, ahora será mejor irse y esconderse, o acabaremos muertos también, pero ¿Dónde podríamos ir?
-Sé dónde podemos escondernos, y rápidamente. Vamos al sótano.
-¿Al sótano? Si no hay nada.
-Que no veas algo no significa que no esté ahí.
Kurt cogió el arma de Albert y bajaron al sótano.
-Déjame la linterna- dijo Lilia.
Kurt le dio la linterna y fueron hacia la pequeña pintura de pergamino con botones. Lilia pulsó varios de ellos y se abrió una entrada, cerca, en el suelo.
-¿Y esto?- dijo Kurt.
-Entra, mejor te explico dentro.
Entraron los dos, y Lilia pulsó una palanca en el interior que cerró la entrada. Bajaron y llegaron a una sala redonda con tres puertas y una mesa rodeada por cuatro sillas.
-¿Me puedes explicar ya dónde estamos?- dijo Kurt.
-Es un bunker bastante antiguo, en el que nos pensábamos esconder. Sin el código de la puerta es imposible entrar, nunca pensé que un policía entraría aquí.
-Podríamos decir que ya no soy policía.
-Sí, eso es verdad. Te enseñaré esto. Hay tres habitaciones, en esa de ahí están guardadas las provisiones; hay comida y bebida para que vivan cuatro personas por un par de semanas…aunque ahora estamos sólo tú y yo. Me preocupa mi hermano, seguro que lo cogerán, y no hay forma de avisarlo, si no hubierais venido. ¿Quién os avisó?
-Según me dijo mi compañero, un vecino avisó que entraban muchas personas de noche y se iban antes del amanecer.
-¡Muchas personas! Si entraban dos, y justo hoy íbamos a esconder a Sara y a su hermano, pero ya…mejor sobrevivir nosotros, te debo la vida y aquí no entrarán, y si logran entrar, tenemos una salida por esa otra puerta.
-Ya se denuncia sólo por miedo- dijo Kurt- y a cualquier mínimo de sospecha, así va todo, ¿Y a dónde lleva la salida?
-A las alcantarillas, en la habitación hay un pozo bastante hondo, y cerca del agua hay un pasillo que acaba llegando a las alcantarillas, será la única forma de salir de aquí.
-Sí, mejor tener una vía de escape. Toma el arma de Albert, quizás te haga falta.
-No te preocupes, tenemos algunas armas y munición que fuimos trayendo, están en la habitación del pozo, tenemos algo de dinamita también.
-Veo que estabais preparados.
-Sí, estábamos dispuestos a morir luchando antes de hacerlo llorando, pero…ellos ya no lo harán.
-Quizás tengamos que hacerlo, no sabemos que nos deparará el futuro. Como has dicho, mejor morir luchando que morir llorando.
-Ya veremos, te sigo enseñando esto. Por esa otra puerta hay cuatro pequeñas habitaciones, con una cama cada una y un cuarto donde podemos asearnos. Eso es todo.
-Bastante bien la verdad, una pregunta, cuando bajé a registrar el sótano, escuché la puerta a las escaleras cerrarse, ¿Hay alguien más aquí?
-No, estábamos bajando algunas cosas cuando llamasteis, subí corriendo, y Sara estaba arriba. Si no se pulsa la palanca, al minuto se cierra.
-Será mejor descansar un rato.
-Sí, cogeré algo de comer y beber.
Lilia fue a la despensa a por algo de agua y comida, y lo llevó todo a la sala redonda para tomarlo en la mesa junto a Kurt.
-Toma, bebe algo…Kurt ¿Verdad?- dijo Lilia.
-Sí, Kurt Werstein. Gracias.
-Yo me llamo Lilia Blume. Tengo veinticuatro años y he vivido aquí desde siempre.
-Yo veintisiete, y también de Berlín de toda la vida.
Kurt bebió bastante agua mientras miraba a su alrededor, pero Lilia no paraba de mirar a Kurt.
-¿Por qué no paras de mirarme?- preguntó Kurt.
-Ahora, después de lo ocurrido, supongo que tendremos que pasar algunos días juntos ¿No?
-Claro, no pienso dejarte sola, y prefiero que nadie me vea, quizá ya sepan que fui yo quien mató a Albert, y seguro me atribuyen la muerte de Martin también.
-Pues entonces- dijo Lilia- deberíamos conocernos mejor.
-No sé, soy algo tímido, entré en la policía hace algunos años, pero este régimen que ha impuesto Hitler…no me gusta para nada.
-Dímelo a mí. Los judíos estamos condenados aquí. Tarde o temprano acabarán con todos nosotros. A mis padres ya los mataron, y juré que me vengaría…pero no sé si podré. Ahora Sara, mi hermano que casi lo puedo dar por muerto…se van acumulando muchas cosas, pero primero tenemos que sobrevivir.
-Sí, eso haremos, también soy muy insistente y no nos rendiremos, sobreviviremos, escaparemos de aquí y buscaremos la forma en la que te puedas vengar. A mí ya no me queda nada, mi mujer desapareció hace algunos meses y en todo este tiempo sólo he ido cogiendo odio hacia este régimen. En parte pienso que fue culpa suya la desaparición de mi mujer.
-Intentemos no pensar en lo malo ahora, ya habrá tiempo para preocuparse. Ahora que me acuerdo, mi diario ya lo dejé antes en la habitación en la que pensé quedarme ¿Te importa si te dejo solo? Me gustaría escribir lo ocurrido, escribir me encanta y me calma los nervios.
-Claro, ve, no me importa. Yo me quedaré aquí sentado descansando y pensando.
-Si necesitas algo, cógelo.
Lilia se fue a la pequeña habitación en la que dormiría, a escribir en su diario mientras Kurt se quedó pensando en qué deberían hacer.
-Aquí tampoco podremos estar mucho tiempo- pensó Kurt- aunque no entren por las escaleras, acabaran viendo la pintura con los números y encontrarán la forma de entrar, deberíamos irnos en cuanto podamos… ¿Pero dónde podríamos ir? A mí me empezarán a buscar en cuanto una patrulla llegue a la casa y vean todo.
A Kurt le empezó a doler un poco la cabeza.
-Uff, ya empiezan estos dolores de cabeza que tengo desde hace algún tiempo. Iré a ver si Lilia tiene aquí algo que me calme el dolor.
Kurt se dirigió a la habitación de Lilia y llamó a la puerta.
-¿Se puede?- dijo Kurt.
-Sí, pasa- dijo Lilia.
-¿Tienes algo para el dolor de cabeza? Me dijiste que cogiera lo que necesitara, pero no sé si tienes.
-Sí, espera que te traiga una pastilla y un poco de agua.
Kurt se sentó en la cama a esperar a Lilia y vio el diario, era de color negro con unas pequeñas líneas doradas.
-A saber la de cosas que habrá vivido- pensó Kurt- ¿Habrá escrito que piensa de mí? Aunque me pique la curiosidad no puedo leerlo, es algo personal… aunque me gustaría saberlo.
Lilia abrió la puerta de la habitación y entró con un vaso de agua en una mano y una pastilla en la otra.
-Toma, te calmara el dolor de cabeza. Será mejor que te eches a descansar en una cama mientras hace efecto.
-Gracias, iré a la habitación de al lado.
Kurt salió y fue a la habitación contigua a descansar mientras Lilia volvía a coger el diario para escribir en él sus pensamientos.
Lilia abrió el diario negro con pequeñas líneas doradas por la última página escrita para continuarla:
“Kurt ha venido a mi habitación a pedirme algo para el dolor de cabeza. Le di una pastilla y un vaso de agua. Se fue a la otra habitación a descansar, espero que se encuentre mejor dentro de un rato. Me parece que se siente mi protector, y lo cierto es que lo ha sido, de no ser por él ahora estaría muerta, podría haberlo dejado pasar, le hubiera sido más fácil, pero ahora tendrá que huir, como yo. Lo cierto es que me gusta su forma de ser, aunque tendré que conocerlo más, por suerte parece estar decidido a quedarse conmigo.”
A Lilia le entró sed y se levantó para ir a por un poco de agua. Salió de la habitación y pasó por delante de la puerta de la de Kurt. Vio que estaba a medio tapar, y entró, cogió la manta y empezó a taparlo, cuando él, le agarro un brazo.
-Perdona, me suelo despertar muy rápido cuando me tocan- dijo Kurt mientras la soltaba.
-No pasa nada-dijo Lilia- ¿Alguna pesadilla? Pareces un poco alterado.
-No, estoy bien.
Lo cierto es que Kurt estaba soñando con la imagen de Sara, tirada en el suelo, sin vida. A Albert disparando a Martin. A él rajando el cuello de Albert. Y con la chica del día anterior…no se le quitaba la cabeza.
-Y la cabeza ¿Te duele?- preguntó Lilia.
-No, ya estoy mejor.
-Pues voy a por un poco de agua, ¿Quieres un poco?
-Sí, gracias. Te acompaño.
Salieron los dos de la habitación y fueron a la sala redonda.
-Siéntate, ya traigo yo el agua- dijo Lilia.
Lilia fue a por una jarra de agua y volvió. Le sirvió a Kurt un vaso y se llenó otro para ella.
-Gracias- dijo Kurt- he estado pensando que aquí no podremos estar mucho tiempo, quizá sea mejor irnos en cuanto podamos.
-Sí, si piensas que es lo mejor, eso haremos, ¿Esperamos a mañana, u hoy sería mejor?
-Pues me gustaría entrar en la casa de nuevo y ver si ya recogieron los cadáveres.
-Pero ¿Y si hay alguien?, te podrían detener o matar.
-Tranquila, iré con la pistola y tengo muy buena puntería.
-Vale, ¿Quieres algún arma de las guardadas en la sala del pozo?
-No, tengo mi pistola y la de Albert.
Kurt terminó de beberse el agua, se levantó, sacó la pistola y empezó a subir la escalera hacia el sótano de la casa.
-Yo te abro y espero en las escaleras junto a la palanca, si se cierra la puerta, la volveré a abrir- dijo Lilia.
Los dos subieron las escaleras y Lilia tiró de la palanca mientras Kurt apuntaba a la entrada del sótano con la pistola y la linterna. La puerta se abrió y a plena vista todo seguía igual que antes. Kurt entró en el sótano y dijo a Lilia:
-Si en algún momento ves a alguien que no sea yo, cierra rápido y huye. No me esperes.
-No creo que pueda huir, no dejándote ahí, sin saber si estás vivo o muerto.
-Tranquila que volveré- dijo Kurt sonriendo a Lilia- pero si me pasa algo y tú no consigues escapar…no habrá servido de nada lo que hemos hecho y habrán vuelto a ganar…no les des esa satisfacción y sálvate, recuerda que tienes mucho que vengar.
Kurt iba sigilosamente hacia la escalera que sube a la casa, apuntando con la pistola y algo nervioso. Llegó a la escalera, miró hacia arriba y al no ver a nadie comenzó a subir. Mientras subía empezó a escuchar unas voces y se quedó quieto escuchando.
Eran dos policías los que hablaban arriba.
-¿Qué habrá pasado aquí? Albert está ahí con un corte en el cuello y Martin arriba con un disparo y…ya sabes. Mientras que Kurt está desaparecido, seguro que ese cabrón tiene algo que ver.
-No sé, sea como sea tenemos que encontrar a Kurt, él nos podrá aclarar muchas cosas.
Otros dos policías bajaron con el cuerpo de Martin.
-Ya está todo listo arriba, podemos marcharnos- dijo uno de los policías.
Todos salieron y Kurt escuchó como cerraban la puerta. Subió arriba con cuidado por si quedaba alguno y se asomó por la puerta que daba a la escalera para comprobar que no hubiera alguien más.
-Qué casualidad haber salido en este momento- pensó Kurt- lo que está claro es que no deben verme. Bajaré al sótano a decirle a Lilia que ya se han ido los policías y que debemos prepararnos para salir.
Kurt bajó al sótano y al apuntar con la linterna hacia la entrada del bunker, vio a Lilia esperando. Él sonrió y dijo:
-Te dije que volvería.
Ella al verlo también soltó una sonrisa. Y dijo:
-Me alegro que no haya pasado nada.
-Bueno, se acaban de marchar con los cuerpos. Dijiste que el pozo lleva a un pasillo que va al alcantarillado ¿Verdad?
-Sí, ¿Saldremos por ahí?
-Sí, vamos a preparar algo de comida, bebida y demás cosas que necesitemos. En cuanto estemos preparados, nos iremos. Lo mejor es salir de Berlín, ya pensaré hacia dónde nos marcharemos.
-Vale- dijo Lilia- Guardaré algo de fruta y queso en una bolsa de tela que tengo ahí.
-Bien, yo cogeré algunas armas, los cartuchos de dinamita y munición.
Lilia fue a la sala donde guardaban la comida para recoger todo. Metió varias piezas de fruta, algo de queso y un poco de pan en la bolsa de tela, se la colgó al hombro y fue a su habitación a recoger su preciado diario.
Mientras, Kurt, estaba en la sala del pozo con las armas. Decidió dejar su pistola y la de Albert allí y coger dos nuevas Luger con suficiente munición; también cogió una pistola PKK para Lilia, los cartuchos de dinamita y un fusil Karabiner 98 Kurz que se colgó al hombro. Ya armado volvió a la sala redonda.
Lilia en su habitación decidió ponerse una ropa de color negro y pensó en que Kurt también debería cambiarse de ropa y fue a otra de las habitaciones a por algo de ropa de su hermano. Cuando cogió todo fue a la sala redonda a reunirse con Kurt.
-He pensado que sería mejor ponernos ropa más oscura- dijo Lilia- tú no puedes ir por ahí vestido de policía si queremos pasar desapercibidos.
-Buena idea, gracias por la ropa. Me iré a cambiar. También necesitaremos algo más de ropa, para cuando salga el sol...
-Vale, cogeré algo más.
Mientras Kurt se cambiaba de ropa, Lilia fue a coger algo más de ropa para cambiarse cuando el sol iluminara todo.
-Pues creo que ya está, volveré a ver a Kurt- pensó Lilia.
Volvió a la sala redonda y vio a Kurt con la ropa de su hermano y dijo:
-Te queda muy bien, y mejor que vestido de policía estás- dijo Lilia mientras se le escapaba una ligera carcajada.
-Sí, me alegro de haberme librado de ese uniforme que sólo infunde temor. Es hora de irse. Por cierto, ¿Tienes algunas cerillas?
-Sí, creo que ahí- dijo Lilia señalando a la sala donde guarda la comida.
-Nos podrían venir bien, si necesitamos hacer fuego.
-¿Dónde has pensado que deberíamos ir?- Preguntó Lilia.
-Pues la verdad, no lo sé ¿Tienes familia fuera de Berlín que nos pudieran dar refugio? A mí ya no me queda nadie.
-Sí, mi tía Martha. Vive en un pueblo al sur, Kiefernhausen. Es un pueblo tranquilo, sin mucho movimiento.
-Bien, iremos, o mejor dicho, intentaremos llegar, no sabemos lo que nos encontraremos.
-¡Qué pesimista eres! Debemos pensar que todo irá bien.

Con todo metido en bolsas, fueron a la sala del pozo para bajar a las alcantarillas y empezar la huida hacia Kiefernhausen.

Héroes sin estatua ©

Héroes sin estatua

Por R.R.Almeida

Héroes sin estatua,
con incontables logros por detrás,
te alimentaron y vieron crecer,
nunca olvides todo lo que les debes agradecer.
Si los necesitas estarán ahí,
siempre te han cuidado y te cuidarán,
harán lo que sea por tu porvenir,
si fuera necesario darían su vida por ti.
Son auténticos héroes,
héroes sin estatua ni conmemoración,
sólo me queda agradecer todo a mis padres,
y decirles que tienen una en mi corazón.